[Auguste Dupin]. Protagonista de las tres importantes narraciones del autor americano Edgar Alian Poe (1809-1849), «Los asesinatos de la calle Morgue», «El misterio de Marie Roget» y «La carta robada», reimpresas en las Narraciones de lo grotesco y de lo arabesco (v. Historias extraordinarias).
Entre los personajes en cuyas formas más o menos humanas proyectó Poe las operaciones de la mente en cuanto se opone, o intenta oponerse, a la disociación, Dupin es el más eminente de los «razonadores puros», esto es, los que saben hallar las soluciones de problemas o crímenes complicados, descifran criptogramas o explican misteriosos mecanismos. Descendiente de una familia francesa noble y que en otro tiempo fue ilustre, Dupin se ve obligado a vivir mezquinamente en una «grotesca vivienda rosada por el tiempo… que iba derrumbándose lentamente en una aislada y desolada zona del Faubourg Saint-Germain». (Familia caída y casa a punto de derrumbarse son en Poe los símbolos habituales de la desintegración psíquica [v. Rodrigo Usher]).
Dupin ha leído mucho y escrito «algunas estrofas», prefiere la oscuridad a la luz, vive apartado y en su aspecto general se aviene con el concepto, en parte creado por él mismo entre sus semejantes, del genio excéntrico. Su aptitud peculiar es el puro «raciocinio», o sea aquella fuerza meramente intelectual en la que, según el léxico de Poe, culminan las facultades llamadas lógica, imaginación poética e intuición.
Dupin es superior al prefecto .de policía, intelectualmente insignificante, para el cual resuelve los tres casos «insolubles», porque su inteligencia no está sujeta a las coacciones, reservas, vínculos ni errores comunes, como tampoco a las debilidades humanas a que inevitablemente le arrastraría una participación directa en la vida; en una palabra, funciona como una fuerza libre, se manifiesta totalmente lúcido y se halla totalmente «disponible» porque su identidad no es más que la identidad del método analítico y por consiguiente él es capaz de identificarse con todo cuanto desee comprender, haciéndose así apto a verlo «por dentro».
Aunque ejercita sus facultades en la aclaración de crímenes, lo que le apasiona no es el descubrimiento, sino el raciocinio: los delitos son meros pretextos y todo pretexto es en sí tan despreciable — o tan interesante — como otro cualquiera. De aquí que su fisonomía como personaje consista precisamente en la operación intelectual de que se encarga. Como «detective» literario, Dupin es el primer modelo de una larga serie (en realidad, Poe fue el inventor de las novelas policíacas): Nick Cárter, Monsieur Lecoq, Sherlock Holmes (v.) y Philo Vanee (v.) entre otros. Como encarnación del intelecto puro, reaparece en la literatura europea, no muy alterado, con Monsieur Teste (v.), de Valéry.
Como espectador impasible de la vida humana, Dupin es el primer ejemplo claramente definido de un tipo que ha representado una de las mayores obsesiones de la literatura americana. Este tipo, pintado por Poe con rasgos que ningún juicio moral altera, reaparece pronto, con el Ethan Brand (v.) de Hawthorne, en términos específicamente morales: en Brand, la separación entre el «cerebro» del espectador y el «corazón» del hombre es el Pecado imperdonable.
La representación más feliz y brillante de semejante tipo se hallará en el Lambert Strether (v.) de Henry James, en el cual la condición del espectador no está ni siquiera sujeta a juicio moral, ya que se ha convertido en una especie de «hecho consumado» con el que el héroe, impotente «espectador interpolado», debe convivir y acabar pactando. Esta situación se convierte en la esencia de la agonía moral en el Prufrock de T. S. Eliot.
S. Geist