Obra de Aristóteles (383-322 a. de C.), compuesta entre el año 328 y el 325. De las 158 «Constituciones» o bosquejos históricos de las constituciones de los estados griegos, compuestas por Aristóteles para ilustración de su obra teórica La Política (v.), ésta es la única que ha llegado hasta nosotros. Descubierta en 1880, dio lugar a largas discusiones acerca de su atribución a Aristóteles, hoy ya fuera de toda duda. La Constitución, que presenta algunas lagunas (una comprende el primer capítulo, otra los últimos capítulos, reconstruíbles a base de los fragmentos), fue dividida por el propio Aristóteles en dos partes: la primera (cap. I-XLI) comprende el desarrollo histórico-político de la constitución ateniense hasta el siglo IV; la segunda (cap. XLII-LXIX) ilustra detalladamente la organización político– administrativa de Atenas en tiempo de Aristóteles. La documentación se basa en los historiadores precedentes, entre los cuales se cita a menudo a Herodoto, y en investigaciones hechas directamente y con intención crítica a través de material epigráfico y de archivo.
Los cuatro primeros capítulos trazan en sus etapas fundamentales la historia de la constitución ateniense a partir de los tiempos míticos de la monarquía y de la primera república oligárquica, que oprime al pueblo con mil vejámenes. Se examinan luego la presunta constitución de Dracón, promulgador también del primer código escrito, y la más moderada de Solón, sobre la que Aristóteles se extiende con cierta amplitud, subrayando la importancia de la subdivisión del pueblo en clases de acuerdo con el censo anual y haciendo proporcional al rédito la participación del ciudadano en el gobierno, mientras con la “sisactia” abolía la esclavitud por deudas, plaga del pobre. Nárranse después las nuevas luchas entre los partidos oligárquico, moderado y democrático, el advenimiento imprevisto de la tiranía humana y moderada de Pisístrato, el mal gobierno de sus hijos Hippias e Hiparco, la reacción democrática con la reforma de Clístenes, el sabio gobierno de Pericles y la funesta demagogia de Cleón. Tras la derrota de Egospótamos, Atenas se ve precisada a aceptar de la vencedora Esparta el tiránico gobierno de los Treinta, hasta que la sublevación de los desterrados, capitaneada por Trasíbulo, vuelve la ciudad al ajustamiento político social vigente aún en tiempos de Aristóteles.
En la segunda parte se expone la constitución ateniense contemporánea: la institución de la “efebia”, especie de adiestramiento bienal político-militar a que estaban obligados todos los jóvenes libres de dieciocho años, antes de poder ejercer los plenos derechos civiles y políticos, cada una de las magistraturas de sorteo y electivas, y finalmente la reunión de los tribunales atenienses cuyo procedimiento describe. El poder judicial había tenido siempre una gran importancia en la constitución ateniense y el pueblo había luchado tenazmente para conquistarlo; éste, en efecto, daba al ciudadano, para toda la vida, a partir de los dieciocho años de edad, el control ilimitado de la cosa pública. Aun cuando toda la obra es llevada con serena objetividad, no es difícil descubrir las preferencias del autor. Conforme a su doctrina filosófica, que proclamaba suprema virtud el justo medio entre dos excesos opuestos, juzga que también la constitución debe inspirarse en esta suprema idea; los intereses de cada uno deben conciliarse en el bien común y, por consiguiente, sólo el predominio de la clase intermedia entre ricos y pobres puede asegurar a una ciudad el equilibrio deseado. Es lógico, pues, que Aristóteles no disimule su simpatía por la constitución soloniana, que le parecía ser entre todas la que más tendía a conciliar las ventajas de las clases con el bien supremo de la colectividad.
A. Mattioli