En la figura y en la vida de la famosa reina, se han inspirado varias obras que, ateniéndose esencialmente a la narración de Plutarco (v. Vidas paralelas), dan, sin embargo, interpretaciones y representaciones diversas. Cleopatra Filopáter, última reina de los Tolomeos, provista de todas las armas, y especialmente con las de la astucia y la belleza femenil, hubo de oponerse a la incontenible potencia romana. Amada por César, y por él colocada de nuevo en el trono de Alejandría que le había sido disputado por su hermano Tolomeo XII; amada después por Antonio y sostenida por él en su lucha contra los romanos; cuando los ejércitos victoriosos de Octavio penetraron en Egipto, para sustraerse a las leyes humillantes del vencedor, se mató dejándose picar por un áspid. Su vida, en la que el amor, la potencia, el orgullo, se revisten de fastuosos colores, y más aún su muerte, necesariamente debían excitar la fantasía de los románticos.
* La primera obra notable, es la tragedia Cleopatra prisionera [Cléopátre captive} en cinco actos, de Étienne Jodelle (1532-1573), representada en 1552. Se la considera como la primera tragedia regular del Renacimiento francés, como un incierto anuncio de las obras maestras del siglo clásico. La acción se inicia tras la muerte de Antonio y la victoria de Octavio. Más que una verdadera tragedia, se puede considerar como una narración dialogada de los acontecimientos. En el primer acto, mientras un coro de muchachas egipcias comenta los acontecimientos y expresa su dolor por la humillación que le cabe en suerte a Cleopatra, la sombra de Antonio cuenta su historia y sus desgracias, previendo grandes males, también para Cleopatra, y su suicidio. El segundo acto se reduce a un diálogo entre Octavio y Agripa, quienes, mientras comentan los hechos recientemente ocurridos en Egipto, moralizan y exaltan la inmortalidad y grandeza triunfante de Roma. Cleopatra, rodeada por el coro de muchachas, se lamenta de que su belleza, que dominara a César y Antonio, no ejerza poder alguno sobre Octavio, y que hasta la promesa de dones, regalos y honores extraordinarios haya sido vana; de que el rígido Octavio piense sólo en la gloria y en el prestigio de Roma y pretenda que la altanera reina de Egipto siga encadenada a su triunfo. Cleopatra se retira, tras lamentarse de su suerte y concluir, en un diálogo con el coro, que sólo le queda el recurso del suicidio. En el cuarto acto, hay un diálogo entre Octavio y la sombra de Antonio, que reprocha al vencedor su dureza, rogándole piedad para la bella reina; Octavio le contesta que, de su bondad para con la egipcia, sólo males se habían derivado para el pueblo romano y para él mismo. En el quinto acto, no hay personajes; el coro de muchachas cuenta la muerte de Cleopatra, ya acaecida, lamentando la suerte cruel de una reina tan grande. La obra apenas pasa de mediocre, incluso por el estilo; pero tiene el mérito de ser una de las primeras tentativas de su género en Europa, posterior en treinta y cinco años a la Sofonisba (v.) que Trissino realizó en Italia en 1517.
G. Alloisio
* Hacia 1550 Francisco Sá de Miranda escribió una tragedia Cleopatra, y una obra del mismo título (1882) se debe a otro portugués, Diez López de Castro.
* De Plutarco deriva también la tragedia Cleopatra, del inglés Samuel Daniel (1562- 1619), escrita en 1594 sobre el modelo de las tragedias de Séneca; la constituyen las peripecias de Cleopatra tras la muerte de Antonio.
* En 1623, se publicó la tragedia Antonio y Cleopatra (v.), de Shakespeare, que es la obra más importante entre las que hacen revivir la figura de la voluptuosa reina.
* Notable es también la comedia Los áspides de Cleopatra, de Francisco Rojas Zorrilla (1607-1648), una de las pocas obras del «Siglo de Oro» con clima trágico.
* Tras la novela de capa y espada en doce volúmenes de Gauthier de Costes de la Calprenéde (1514-1563), Cléopatre (v. Casandra), publicada de 1647 a 1658, apareció en la escena alemana el drama Cleopatra (1661) de Daniel-Gaspard von Lohenstein (1635-1683), y en 1750, en la escena francesa una tragedia, Cléopdtre, de Jean Françoís Marmontel (1723-1779), que no tuvo éxito. Vittorio Alfieri dio en 1775 su primera tragedia, Cleopatra, cuyo éxito determinó el comienzo de la constante y profunda pasión del autor por el teatro dramático. Alfieri repudió muy pronto este su primer trabajo, juzgándolo con mucha severidad.
* En 1824, Alexandre Soumet (1788-1845), hizo representar una tragedia suya, Cléopátre, que marca la transición entre el clasicismo y el romanticismo. En esta obra Soumet trata de infundir nueva fluidez a la versificación francesa y rompe el verso raciniano, para satisfacer las exigencias del nuevo teatro francés.
* En 1845, Théophile Gautier (1811-1872), publicó su larga novela Una noche de Cleopatra [Une nuit de Cléopdtre], la más antigua y también la más notable de todas las que pudiéramos llamar «narraciones arqueológicas», con las que el autor, en cierto modo, inauguró un tipo nuevo de arte narrativo. La siguieron otras varias, más o menos extensas e importantes: desde la simple Cadena de Oro, pasando por Arria Marcela y el Rey Candaulo, hasta la pesada Novela de una momia (v.). La trama de todas estas obras, es siempre muy sencilla. En Una noche de Cleopatra, el joven Meiamun, al que pobre y oscuro, hace audaz una loca pasión, explotando su valor y su destreza consigue hacerse notar por la reina en un viaje que hace ésta por el río Nilo. Obtiene del capricho de ésta una noche de amor, haciendo el pacto de que lo castigará con la muerte tras de la realización de su audacia. Efectivamente, él se envenena valerosamente, tras un grandioso banquete que ha coronado su breve sueño; y Marco Antonio, que llega en aquel momento con sus caballeros, no se digna ni siquiera conceder una mirada al cadáver. Pero esta trama casi desaparece ante el lujo de detalles: encantadoras descripciones de paisajes, de templos antiguos, de palacios, de la legendaria belleza de Cleopatra, de sus refinadísimas y feroces costumbres, y todo ello llena páginas y más páginas, con exhibición de una cultura arqueológica, de nombres extraños y de particularidades exóticas. Con todo ello juega Gautier con maravillosa destreza, aprovechando la ocasión de hacer valer los dones de su estilo pintoresco y coloreado. Con estas narraciones, se fue afirmando un nuevo y verdadero arte narrativo, del que hallaremos ejemplos más o menos preciosos en toda la literatura del siglo, desde Salammbó (v.) del gran Flaubert, a Tais (v.) de France y a Afrodita (v.) de Pierre Louys.
M. Bonfantini
Gautier, ocupa ciertamente un puesto considerable; y en verdad es una pena que lo conserve tan mal. (A. Gide)
* Posteriormente, Pietro Cossa (1830-1881), escribió una Cleopatra, poema dramático en seis actos, representatado en 1878 y publicado en Turín en 1879. A través de este drama, que, para las peripecias exteriores, se atiene sustancialmente a la narración de Plutarco, el autor trata de infundir nueva vida a la figura de Cleopatra, interpretada ya de tan diversa manera por la fantasía de tantos poetas; pero no alcanza a darle una verdadera consistencia psicológica. En su palacio real de Alejandría, aparece primero Cleopatra como la hechicera que, con sus encantos, va rompiendo uno a uno los vínculos entre Antonio y Roma. Pero en los brazos de este hombre, continuamente indeciso entre los anhelos de la embriaguez * y el sentido de la infinita vanidad de todo, ella se siente más mujer que reina, y su ambición desilusionada la hace llorar de nuevo a César, cuyo recuerdo vive en el hijo que para ella es más querido. Hasta cuando en el golfo de Actium, desde lo alto de la nave de Antonio, asiste a la batalla que ella ha querido, basta el eco de algún funesto presagio para que el error la descomponga: «soy mujer y tengo miedo», huye, y cuando Antonio se duele de que un beso de ella le cueste el mundo, grita: « ¡El amor es el mundo!» Tras el desastre, mientras en su ánimo va tomando cuerpo la idea de darse muerte, de otra parte parece que, más aún que la ambición, más que el amor materno y la cobardía femenina, surja en su corazón un nuevo rival contra Antonio: la patria. Le falta la fuerza para comprar a Octavio la libertad de Egipto al precio de la vida de Antonio; pero no traiciona menos al amante, entregando al vencedor la flota que era su única salvación. Mientras Alejandría está para caer, se difunde la falsa noticia de la muerte de Cleopatra. Antonio, que no quiere sobreviviría, se lanza contra el hierro enemigo. Irrumpen los vencedores. Pronta a huir de la esclavitud gracias al veneno, Cleopatra se prepara para el encuentro con Octavio, diciendo: «O venzo a aquel hombre, o desaparece hoy conmigo la estrella de Alejandro Magno». A la escasa coherencia del carácter de la protagonista, se debe la falta de unidad del drama, agravada por la gran riqueza de escenas y personajes secundarios. De estas particularidades, aun la poesía y tal vez mejor la técnica de Cossa, consiguen sacar momentos de sincera emoción.
E. C. Valla
* Durable fortuna tuvieron las peripecias de la famosa reina egipcia en el campo musical. Entre las muchas obras inspiradas por la fuerza dramática de su figura, recordaremos : la Kleopatra de Johann Siegmund Kusser (1660-1727), representada en 1691; la Kleopatra de Karl Heinrich Graun (1701- 1759), representada en Berlín en 1742; la Cleopatra de Pasquale Anfossi (1727-1797), representada en Milán en 1778; la de Domenico Cimarosa (1749-1801), una de las pocas obras serias compuestas por el genial autor de El matrimonio secreto (v.), representada en San Petersburgo en 1790. Recordemos también la Cleopatra de Joseph Weigl (1766-1846), representada en Milán en 1807, la de Franz Dauzi (1763-1826) y la de Ferdinand Paer (1771-1839), representada en París en 1809.
* Héctor Berlioz (1803-1869), compuso un oratorio, Cléopatre, que se ejecutó en Francia en 1835.
* Entre tantas producciones, conservan mayor vitalidad los «intermedios sinfónicos» que Luigi Mancinelli (1848-1921) compuso para el drama de este nombre, de Pietro Cossa, escrito en 1877. Son seis: «Obertura», «Marcha triunfal», «Batalla de Actium», «Scherzo-orgía», «Andante» (Barcarola), «Marcha fúnebre». Aun sin la intención de seguir paso a paso el desenvolvimiento de la tragedia de Cossa, la música subraya y pone en evidencia las fases más salientes y significativas de la composición literaria, según el carácter propio del poema sinfónico. Más que los «intermedios» para la Messalina (v.), también de Cossa, compuestos un año antes, estas composiciones revelan una técnica robustísima, además de una notable fuerza expresiva, ayudada por un sabio uso del ritmo, y una gran capacidad pictórica para los ambientes y las situaciones, sobre todo en la «Batalla de Actium» y en la «Marcha fúnebre». Adolecen, sin embargo, de cierta imprecisión de estilo, que con frecuencia oscila entre las formas puramente sinfónicas y las melodramáticas.
L. Fuá
* De la novela de Gautier, Jules Barbier extrajo un libreto con el mismo título para una ópera en tres actos y cuatro cuadros de Victor Massé (1822-1884), que se representó en la «ópera» de París en 1885. Massé proviene directamente de Gounod, y gozó de la estima de sus contemporáneos. Algunas de sus obras tuvieron durante muchos años gran popularidad. Melodista fácil, a veces refinado y elegante, hoy se le coloca entre las figuras de segundo plano en la historia del teatro musical francés del siglo XIX. Su Noche de Cleopatra, última obra que compuso, está casi olvidada: sólo algún trozo conserva todavía cierta frescura; lo mejor de la obra es el primer cuadro del segundo acto, que contiene un aria de Cleopatra, que aún se ejecuta.
L. Rognoni
* Recordemos, en fin, las óperas de Friedrich Thzun (1811-1886), de Hans Zois (1861- 1924), de Camille Benoit (1861-1923), de August Enna (nacido en 1860) y el «ballet» de Reinhold Gliére (nacido en 1875). Una Cléopdtre de Felip Pedrell (1841-1922), representada en Francia en 1881, y una de Jules Émile Massenet (1842-1912), representada en Montecarlo en 1914.
* Otra obra titulada Noche de Cleopatra [Cleopatra’s Night] fue compuesta por Henry Hadley (nacido en 1871), y representada en Nueva York en 1920.