Obra del historiador alemán Heinrich von Treitschke (1834-1895), publicada en 1869. El autor, que apoyaba la fundación de un Estado nacional germánico bajo la égida prusiana, no podía dejar de admirar una figura como la de Cavour. «En pocos espíritus — escribe — se respetó el contenido ideal de la historia contemporánea con tanta fidelidad y entereza como lo fue en la mente del fundador de la unidad italiana, y quien juzga a Cavour sabe que se halla ante los grandes problemas de la sociedad moderna». Difícil empresa, sobre todo para un extranjero, la de escribir sobre una tal figura tan sólo después de ocho años de su fallecimiento, y a pesar de ello aún sigue siendo este libro la más genial y potente evocación histórica del gran estadista. Expuesta la situación de Italia después del Congreso de Viena, cuando Metternich, con visión exacta, afirmaba que «el Piamonte era toda la cuestión italiana», Treitschke se complace en describir la aristocracia piamontesa, venerable casta de servidores del príncipe y del Estado. De sus filas salió Cavour, que debía empujar al aristocrático Piamonte por los empinados senderos de una política revolucionaria. Dedicóse prontamente al estudio de los urgentes problemas políticos, pero sus ideas alcanzaron madurez sólo cuando la idea de adquirir con los viajes una mentalidad europea le llevó fuera del viejo Piamonte.
Fue Inglaterra la nación que consideró como modelo viviente de un Estado liberal. De vuelta al Piamonte, henchidos el corazón y la mente de los ideales de libertad y de independencia, concibió la misión de realizar a su manera su ideal para Italia. Treitschke examina detallada y sutilmente el modo como trabajó para lograr tal fin, llegando a la conclusión de que sólo con el advenimiento de Cavour al poder, se inició el verdadero resurgimiento del Estado. El historiador alemán, «maestro del realismo político», admira al piamontés que, «fuera del Parlamento, en la quietud de su gabinete, hace la audaz guerra de la pluma, prepara la lucha de las armas y el empuje irresistible de los armamentos». Artísticamente luminosas son las páginas en que Treitschke presenta la preparación de la maravillosa lucha que ha de emprender Italia. Cuando la guerra cesa con el armisticio de Villefranche, exclama: «Jamás Cavour fue tan gran italiano como en aquellos malos días, cuando la cólera del patriota superaba la prudencia del hombre de Estado». El ojo crítico del historiógrafo escruta también las sombras. Treitschke, que encuentra a Cavour genial como diplomático, como economista y como parlamentario, dice que «fue rico en ideas pero ligero en finanzas». Su más grave error, según él, fue la manera de tratar la cuestión romana. Cavour quería conciliar religión y libertad; una Iglesia libre en un Estado libre. «Sabemos hoy que su profecía no se ha realizado». Pero Treitschke, furibundo anticatólico, escribía en 1869, y si llevó razón para el presente y el inmediato porvenir, no estaba en condiciones de prever los acontecimientos más lejanos. El gran mérito de su obra fue el de haber encuadrado la figura de Camillo Cavour en la marcha de la Europa del siglo XIX y de haber valorado adecuadamente la importancia y el significado que le corresponden, no sólo en la historia de Italia, sino aun en la del mundo moderno.
M. Glinski