[Caius Gracchus]. Tragedia en tres actos de Marie-Joseph Chénier (1764-1811), hermano del célebre André, representada en 1792. Como todas las tragedias de este autor, fue escrita con precisa intención política; y tuvo enorme éxito, tanto que fue una de las tres tragedias que, por decreto de la Convención, debían ser representadas tres veces a la semana. Chénier nos presenta a Cayo Graco en el momento en que, recogiendo el apostolado del hermano, se lanza contra el patriciado e inicia la lucha por la ley agraria, siguiendo en la brecha hasta que muere por el pueblo y por la patria. La inquietud de su mujer Licinia, el heroísmo de su madre Cornelia, el cónsul Opimio, acusador, y su amigo Fulvio, noble defensor, añaden poco a la escasa acción. La tragedia abunda, naturalmente, en alusiones contemporáneas y en declamaciones. Lo cual no impide que, por su inspiración, sea actual, viva y sincera y alcance momentos de verdadera elocuencia.
G. Alloisio
* Una tragedia Caio Gracco en cinco actos y en endecasílabos libres, fue iniciada por Vincenzo Monti (1754-1828) en 1788 y acabada en París, durante su destierro, en 1800. Fue representada por primera vez en el Teatro patriótico de Milán en 1802. Nos encontramos en presencia no sólo de un conflicto de dos personajes, sino de dos corrientes de ideas, la libertad y la tiranía, con el pueblo como fondo. Los antagonistas son el cónsul L. Opimio, que representa a la aristocracia, y Cayo Graco, que representa a la plebe. Vuelto a Roma desde Cartago, Cayo Graco sabe que Opimio está tratando de sofocar la libertad y se lanza en sus discursos contra él. Opimio se aprovecha de la muerte de Escipión el Africano a manos de Fulvio, para acusar del crimen a su adversario. Éste, no pudiendo sustraerse al furor popular, se mata. Para humanizar un hecho tan austeramente trágico concurren las dos figuras de mujer: Cornelia, madre de los Gracos, y Licinia, mujer de Cayo, que dan movimiento a la acción y la enriquecen, incluso por la profunda diversidad de sus caracteres. Cornelia es verdaderamente fuerte, austera, implacable en el sentido del deber, aunque no caiga nunca en la rigidez de la abstracción; Licinia es más afectiva, más sensible, más temerosa, más mujer. La primera exhorta al hijo a que corra a la asamblea para combatir y defenderse, la segunda ruega al marido que tenga piedad de ella y de su hijito. El contraste entre las dos almas tan profundamente distintas se dibuja magníficamente en una escena del quinto acto, cuando las dos mujeres se colocan frente a frente. Más débil es el carácter del protagonista, no sólo porque el autor ha querido llevar su virtud a una perfección absoluta, sino también por haber encarnado en él los propios ideales de libertad moderada, dándole de ese modo una mayor conexión con la realidad, pero separándolo de la lógica de su tiempo. Aquí, como en las otras dos tragedias Aristodemo (v.) y Galeoto Manfredi (v.), son evidentísimas las resonancias románticas que ya se abrían camino en Italia y que permitieron a Monti librarse de la rigidez alfieriana. El asunto está extraído de textos antiguos (Plutarco, Dionisio de Halicarnaso, etcétera); pero se advierte que el poeta tuvo presente al Shakespeare de Coriolano (v.) y de Julio César (v.). Quizás extrajo una inspiración más directa de las impresiones personales recibidas con los acontecimientos que llevaron al siglo XVIII a terminar en una tempestad revolucionaria.
M. Maggi
Los personajes de Cayo Graco tienen una curiosa psicología novelesca, sobre todo Cornelia; tienen un tono curioso de historiadores lapidarios: como si el relato de sus gestas, transmitido por historiadores algo retóricos, se convirtiese en el modelo sobre el cual van calcando sus actos y sus discursos. (F. Flora)
* En 1815 apareció también una tragedia Cayo Graco [Caius Gracchus] del inglés James Sheridan Knowles (1784-1862), considerada como una de las mejores suyas.
* Entre las obras musicales inspiradas en el episodio del romano, se recuerda un Caio Gracco de Leonardo Leo (1694-1744), representado en Nápoles en 1720.