[Caccia col faleone]. Este poemita de Lorenzo de Médicis (1449-1492), deriva de la tradición toscana de Boccaccio y de Sacchetti, y es la narración en octavas de una jornada pasada al aire libre. El juego es episódico y el realismo no está en los detalles, sino en la concepción, en el conjunto, por lo que la obra resulta unitaria y armónica, si bien de escasos vuelos y pobre de lirismo. Se levantan los cazadores en la límpida frescura del alba, parten entre alegres clamores, cabalgan veloces por la llanura, charlan, ríen, gozan de las peripecias de la caza, ya en serio, ya en broma. Luego, con el calor del mediodía se vuelve a la fresca oscuridad de la casa, donde se come y se bebe entre alegres alusiones, y por último se reposa. Nada más. Pero los episodios y los personajes están retratados de mano maestra por el narrador. En Dionisio, el perezoso cazador, cuyo ideal epicúreo de vida es comer y dormir, el poeta retrata con finura la natural holgazanería humana; holgazanería superior a toda tentación de diversiones, se encamina soñoliento, tambaleándose, hasta que, por fin, sucede lo inevitable: cae del caballo, magullándose y magullando al halcón, y continúa luego el camino, rumiando su arrepentimiento y su envidia por los que se quedaron durmiendo. Otros felices retratos son los de Corona, cazador desafortunado, de Giovan Simone, frecuentador de las tabernas, y de Luigi Pulci, impenitente burlón con su fea narizota. La descripción de la caza es viva y movida, poniendo muy bien de relieve el carácter de las bestias y el de los cazadores; sobre todo el del cuidador de perros, que sabe sacar partido de ellos, conociendo sus flacos, y así les dirige, ya con castigos, ya con alabanzas, ya con promesas, ya incitándoles y exaltándose con ellos, acompañándoles con sus gritos, sus recelos, su alegría, su ira; naturalmente se indigna por la incapacidad de los cazadores, como Giovan Francesco, distraído y desafortunado, que deja su mísero halcón sin haber siquiera tenido la ocasión de quitarle la caperuza. La pelea entre dos halcones trae como consecuencia otra entre los respectivos dueños: Foglia, creyendo en mal estado a su halcón, se enfada con Guillermo, que se ríe, y se enfurece al darse cuenta de que ha ocurrido todo lo contrario. Un alboroto, como los de Pulci, tomado de la viva fuente del pueblo pendenciero de Florencia.
E. Rho
Hechos frívolos e insignificantes, pero contados con gracia y ligereza en estancias agilísimas, con toda la sal y la viveza del dialecto. (De Sanctis)