Epistolario del virrey de las Indias orientales (1453-1515), contenido en el primero de los siete volúmenes que reúnen sus cartas y los documentos que las ilustran, publicados desde 1884 a 1935, bajo los auspicios de la Academia de Ciencias de Lisboa. Son ciento once cartas escritas entre 1507 y 1515 y dirigidas a don Manuel, rey de Portugal, desde Mozambique, Hormuz, Cananor, Goa, Cochim, San Antonio (Batecala), desde el puerto de Calcuta y desde alta mar. Son interesantes, sobre todo, como documentos seguros y de primera mano, para la biografía del gran organizador del imperio portugués en Oriente y para la historia colonial y metropolitana de aquel tiempo. Desde las primeras cartas, redactadas con ruda franqueza y aguda inteligencia, se advierte el carácter peculiar del autor; en ellas se narra el sitio de Hormuz, el abandono de Alfonso por parte de algunos capitanes rebeldes en aquella crítica contingencia, y la toma de la ciudad; el asalto a Calcuta, y cómo Alfonso salva el imperio de la India, ya minado por la debilidad militar de su predecesor, y por el carácter caballeresco del mariscal don Fernando Coitinho.
Se revela en ellas la ingrata posición de Alburquerque al depender de un rey que escuchaba a consejeros envidiosos, que siempre le incitaban a negar todo cuanto Alburquerque pedía, rebajando el valor de su gesta y de sus planes verdaderamente grandiosos; él sienta, en efecto, las bases del imperio, revelando un genio completo de guerrero, de político, de organizador y de diplomático, y expone sus ideas acerca de la colaboración de los indígenas en la obra de construcción del imperio; Alfonso los quiere confundir con los colonos portugueses, cuyos matrimonios con las mujeres blancas del lugar favorece, poniendo sus esperanzas en la fusión de la sangre, de la lengua, de la religión y de los intereses patrióticos. Épicas son las cartas sobre la empresa de Aden, sobre todo la que narra la dificultad de navegar en la época de los monzones, y la pérdida de su sobrino, único hombre fiel y valeroso, de quien Alfonso podía fiarse completamente; la que habla de la aparición de la cruz sobre las tierras etiópicas del legendario Preste Juan; la que expone el sueño grandioso del dominio absoluto sobre el Mar Rojo, y sobre el Océano índico para hacer de Portugal el país más rico del mundo y, al mismo tiempo, asestar un golpe mortal al dominio otomano. El estilo de estas cartas, en las que lo más interesante son los sucesos que relata, es claro, incisivo y despojado de cualquier oropel literario y retórico, y traducen perfectamente el pensamiento y el alma de un hombre rudo, pero sincero, que sabía obedecer y mandar firmemente.
L. Panarese