[Siris: A Chain of Philosophical Refiexions and Inquiries concerning the Virtues of Tar Water]. Obra de George Berkeley (1685-1759), publicada por primera vez en abril de 1744 sin las palabras: Siris: Cadena de, las cuales aparecieron en la segunda edición del mismo año. Berkeley, afligido por dieciséis años de sufrimientos y enfermedades, que había tratado de aliviar con el remedio infalible del agua de alquitrán, se pregunta: ¿cuál es la causa última de dicha Medicina Universal? Y con tal pregunta inicia una cadena de investigaciones y reflexiones. Se trata en primer lugar de un estudio sobre las propiedades de la Vida Vegetal, que nos introduce en el reino de la Química. Luego sobre el Aire, visto como «sembrador común de todos los principios de vida». De ahí pasamos a especulaciones físicas y metafísicas sobre el Fuego sutil, o Éter, espíritu vital del Universo, del que está impregnada el agua de Alquitrán. Pero todos los fenómenos sensibles presuponen la perenne operación de una Razón Activa, «catena aurea» de toda la realidad inteligible.
Así sucesivamente pasa a estudiar el Espacio Percibido y Absoluto, el Hado ciego y espiritual, el «Anima Mundi», el Panteísmo y el Ateísmo; el sentido y la inteligencia; la Divinidad, la Personalidad en Dios y en el hombre; las Ideas Divinas Platónicas y la Trinidad Divina de Personalidad, Razón y Vida. Todos los elementos físicos y metafísicos son «escalones de una ascensión al Primer Motor invisible, incorpóreo, sin extensión, fuente intelectual de la vida y del ser». Dios es Alma Inteligible del Mundo, Poder Universal, espíritu realmente existente que trasciende toda la realidad corpórea y sensible en la que las Ideas Divinas están expresadas. Y mientras en las Ideas platónicas se encuentran los inicios de una conciliación de la filosofía con la religión, en Siris las ideas son «seres reales, intelectuales e inmutables». Del Espíritu Universal podemos elevarnos al «Uno» y al «Bien», es decir, al «fons Deitatis» común a todos los seres, incluso al hombre, al mundo y a Dios. La obra termina con la demostración de la Trinidad del Ser, cuya primera hipóstasis es la «Personalidad», centro invisible y único de todos los seres creados. La segunda es la «Razón», necesariamente unida con la primera, pues nunca el Uno puede subsistir sin el intelecto; y la tercera es la «Vida», sin la cual el Intelecto sería tan estéril como la Personalidad sin el Intelecto. Se ha reconocido a este texto un especial valor para conciliar el aparente aniquilamiento del mundo material, el escepticismo idealista de la filosofía de Berkeley, con su Teísmo constructivo, que es el verdadero centro de su pensamiento. En su época, entre las encarnizadas controversias suscitadas por’ su propuesta «panacea» del agua de alquitrán, se desconoció el valor de la tentativa de resolver todas las fuerzas físicas en un único fuego invisible, órgano físico inmediato de la fuerza universal que lo explica todo.
G. Pioli