[Sermoni]. Compuestos e impresos entre otros escritos de Gasparo Gozzi (1713-1786) de 1750 a 1760, fueron publicados en 1763 separadamente; a los doce de aquella colección se añadieron más tarde otros seis. Están escritos en endecasílabos blancos y siguen el ejemplo de los sermones de Chiabrera y el más antiguo de las Sátiras y Epístolas (v.) de Horacio; el autor se propone hablar, dirigiéndose a amigos y protectores, con una familiaridad vigilada y reprimida, de costumbres y modas de la vida moderna, de sus ideales de arte y de sus propias condiciones. Al igual que Parini en el Día (v.) y anteriormente a él, dibuja un aspecto del gran mundo contemporáneo, especialmente en los sermones sobre los «Enamorados modernos», «Del paseo de la tarde en la plaza», «Del veraneo», y logra algunas graciosas caricaturas y unos cuantos cuadritos pictóricos, en que, más que el desdén del moralista, se nota la complacencia del artista por la materia tratada.
La moralidad permanece en estos sermones, al igual que en los otros en que declama, como dice su título, «Contra el afeminamiento de la vida moderna» y «Contra la corrupción de las costumbres actuales», algo obligada y genérica, y parece más bien un pretexto para poetizar que su razón de ser. Más sentidos nos parecen en cambio los ideales artísticos o literarios del poeta en los otros sermones, donde contrapone a la vulgar facilidad y al falso énfasis de supuestos poetas modernos el recogimiento del verdadero poeta, arrobado por la imagen de belleza que le sonríe, aunque consciente de la dificultad de alcanzarlo y por tanto de la necesidad del estudio, que no puede ser sustituido por una inspiración ciega y a menudo turbia y caprichosa. Y acentos más emocionados se encuentran en sermones como los «A Marco Foscarini», «A Camillo Mei», «A Bartolomeo Vitturi», en los que el poeta, abandonando la intención satírica, habla de sí mismo, de su vida miserable, del peso de las tareas que la necesidad le impone y en las que su ingenio se agota y languidece. Elevándose por encima de sí mismo y de su proceder habitual, llega en algunos momentos de estas confesiones a una expresión vigorosa de su desconsuelo y turbación frente a la vida que para él carece de alicientes: «Atónito miro: amplio desierto / Me parece el mundo y solitario horror». «Yo después de mil y mil / perdidos afanes, por fin me tiendo y duermo». En estos versos y en otros parecidos, el «apatista» y «observador» Gozzi deja vibrar lo que de lírico hay en su alma y se libera un poco del peso de una vida ingrata.
M. Fubini
Los sermones de Gozzi son verdaderos bosquejos de la vida veneciana y recuerdan ciertas pinturas del segundo Tiépolo. (Carducci)