[Rinascimento, Riforma, Controriforma e altri saggi critici]. Obra de Bertrando Spaventa (1817-1883), publicada por primera vez en Nápoles en 1867, con el título Ensayos de crítica histórica, política y religiosa, y vuelta a imprimir en Venecia en 1928 con su título actual.
Esta investigación sobre la filosofía del Renacimiento parte de la exigencia de determinar qué «momento» constituye aquélla en el desenvolvimiento del pensamiento moderno, que Spaventa ve culminar en la especulación hegeliana que afirma con plena conciencia la racionalidad de lo real, concebido como proceso en que lo absoluto se actúa determinándose en formas finitas. Este principio del mundo moderno se halla en germen en las diversas manifestaciones filosóficas del siglo XVI, y opera en ellas, aunque por medio de antiguas formas y en opuestas direcciones, efectuando una auténtica y verdadera revolución espiritual con que el pensamiento se emancipa de la Escolástica. Había sido afirmado originariamente por el Cristianismo como intuición religiosa del hombre hijo de Dios, encarnado en la figura del mediador,^ el Cristo; pero la Edad Media no lo había explicado adecuadamente.
Lo finito (las actividades humanas, el Estado) quedaba desvalorizado, y lo divino, en vez de introducirse y actuarse en la vida terrena, quedaba como un mundo superior, representado en la fantasía o concebido de modo formalista por el intelecto abstracto. El Renacimiento, en cambio, busca lo absoluto no abstracto, sino concreto, manifestándose en todas las formas de la actividad humana, Estado, ciencias, artes, industrias, etc. Cada una de éstas adquiere así su propia anatomía, y por eso parecen desprenderse del seno de la unidad medieval, mientras en realidad van recuperando una unidad profunda que estriba en el «principio del pensamiento como centro y fundamento de toda actividad del hombre». En la «vida política» se constituye la autoridad laica separada de la Iglesia; el Estado adquiere la conciencia de contener un propio valor divino, y la actúa en la forma de la monarquía nacional absoluta. En la «vida religiosa» el urgir de la individualidad libre del sentimiento, que afirma la inmanencia de lo divino en la conciencia del creyente, provoca la Reforma protestante y después, indirectamente, la Contrarreforma.
En filosofía, en el espacio de unos 200 años, desde la mitad del siglo XV en adelante, se prepara la posibilidad de la especulación cartesiana, superando la oposición escolástica entre el pensamiento como forma vacía y su contenido como objeto exterior; se pone de relieve la imposibilidad de alcanzar lo absoluto puesto fuera del pensamiento, pero se afirma la posibilidad de conocer otro absoluto, vestigio y sombra del primero, inmanente en el hombre y en la naturaleza. Adquiere así cada vez más plenitud el principio moderno de la subjetividad, esto es, la conciencia, contra toda autoridad exterior, de que el pensamiento es causa y principio de sí mismo, fundamento, esencia y medida de todas las cosas. Una primera forma suya es afirmada por Campanella, para quien el saber presupone todavía un contenido externo dado por el sentido («cognitio addita»), pero como no se puede sentir, sino «saber que se siente», se funda en la «certidumbre originaria» de la conciencia («cognitio abdita»), con lo cual el yo se conoce inmediatamente a sí mismo como «poder, saber y querer» y, por medio de sí mismo, los fenómenos exteriores.
Spaventa dedica páginas penetrantes a otra gran figura del Renacimiento italiano: Giordano Bruno. La filosofía moral de Bruno propugna enérgicamente la absoluta autonomía de la razón y de la conciencia con que el hombre se eleva a la «libertad razonable». El derecho y la justicia se realizan en las acciones humanas fecundas en «frutos útiles y necesarios» mediante la victoria sobre las inclinaciones que son disciplinadas, pero no destruidas, ya en la vida individual, ya en el Estado, cuya ley es expresión objetiva del mundo interior de la conciencia. Ésta tiene en sí lo divino como su propia esencia, y el desenvolvimiento de la historia humana es precisamente un progresivo desplegarse de él en toda forma de actividad. Pero la unión entre Dios y el hombre es concebida por Bruno también como ascensión de éste hacia aquél, cada vez más perfecta: es esa «intuición intelectual» a la que llega el sabio, insatisfecho de las cosas finitas y mudables, mirando a lo verdadero y lo bello en sí: ella genera en el alma un «ímpetu racional», un «afecto heroico», que se adecúa, sin satisfacerse nunca, al objeto infinito.
En Bruno, Spaventa percibe al precursor de Spinoza, Kant y Hegel; por lo tanto, toda la filosofía moderna se le presenta como el desarrollo de los gérmenes fecundos nacidos de las doctrinas del Renacimiento italiano, los cuales fructificaron solamente en otros pueblos, pues la libre especulación había sido obstaculizada y perseguida en Italia. Por esto, observa él, hoy todos los italianos deben volver a hallarse a sí mismos estudiando a los filósofos extranjeros. Con esta teoría suya de la «circulación del pensamiento italiano», Spaventa contribuyó eficazmente a despertar un serio interés por la historia de la filosofía italiana, y dio comienzo a una corriente de estudios dirigida a interpretar de nuevo los momentos de la tradición especulativa italiana, a menudo descuidados y desvalorizados por la historiografía extranjera.
E. Codignola