Obra del prosista español Antonio de Torquemada (hacia 1510-1569), publicada por vez primera en Mondoñedo en 1553, reeditada en Bilbao en 1584 y reimpresa, modernamente, por don Marcelino Menéndez Pelayo en la «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», en 1907. La obra no es sólo importante por el uso del diálogo, dentro de la más genuina tradición lucianesca y erasmista típica del humanismo español, sino por ser el último de sus diálogos el primer claro ejemplo de novela pastoril en la literatura española. Consta de seis diálogos entre varios amigos (siempre distintos) y sobre temas diversos, más un séptimo que por su temática y desarrollo cae fuera del mundo estricto de los coloquios satíricos. Éstos versan sobre los daños corporales y espirituales del juego, en el cual persuade — dice Torquemada — «a los que lo tienen por vicio que se aparten dél, con razones muy sufficientes y provechosas para ello, en que hallarán todas cuantas cautelas y engaños que los malos jugadores usan y se aprovechan dellas en todo género de juegos» (I); sobre lo que los boticarios y médicos tienen que hacer para cumplir con su conciencia y oficio (II); sobre las excelencias y perfección de la vida pastoril, que «es muy provechoso para que las gentes no vivan descontentas con la pobreza ni pongan la felicidad y bienaventuranza en tener grandes riquezas y gozar de grandes estados» (III); sobre el desorden en el comer, beber (IV) y vestir (V); y finalmente sobre la honra del mundo, diálogo que divide en tres partes: en la primera, «se contiene qué cosa es la verdadera honrra, y cómo la que el mundo comúnmente tiene por honrra, las más vezes se podría tener por más verdadera infamia»; en la segunda, «se tratan las maneras de las salutaciones antiguas y los títulos antiguos en el escrevir loando lo uno y lo otro y burlando de lo que agora se usa»; en la tercera, «se trata una quistión antigua y ya tratada por otros, sobre quál sea más verdadera honrra, la que se gana por el valor y merecimiento de las personas o la que procede de los hombres por la descendencia de sus passados» (VI).
La crítica ha considerado los Coloquios satíricos como obra de un moralista de la línea erasmista, si bien — dada su fecha de composición— sin el menor asomo de mordacidad y virulencia. Por otra parte, junto a la veta erasmista, cabe destacar su íntima y honda posición cristiana, en la que puede advertirse ya la huella de la Contrarreforma. El diálogo VII — desligado de la parte restante de la obra — no es más que un «Colloquio pastoril, en que se tratan los amores de un pastor llamado Torcato con una pastora llamada Belissia, en el qual da cuenta dellos a otros dos pastores, llamados Filonio y Grisaldo, quexándose del agravio que recibió de su amiga». Pfandl (que, por otra parte, no supo apreciar la importancia de los Coloquios) define este diálogo como «una extraña mezcla de novela pastoril por el estilo de la Diana, de lamentación amorosa, según el modelo de la Questión de amor, y de sueño alegórico a la mañera de la poesía de vicios y virtudes del siglo XV». Y efectivamente el coloquio está resuelto dentro del mundo típico de lamentaciones y desdenes pastoriles, pero se introduce, en él, un sueño narrado por Torcato en el que la Fortuna, la Muerte, el Tiempo y la Crueldad, con sus respectivos cortejos simbólicos, se presentan al pastor, y Belissia, por orden de Crueldad, le arranca del pecho el corazón y se burla de su dolor.
J. Molas