[Specimen becherianum]. Obra latina del alemán publicada en 1702. En este escrito Stahl adopta una posición decidida a favor de la teoría de Becher sobre la combustión, expuesta en la Física subterránea (v.) y expone su famosa teoría del «fiogisto».
Este es el componente de los cuerpos, que desaparece de ellos durante la combustión y engendra el fuego, el calor, la llama y la luz. Como todo fenómeno de combustión y de calcinación podía ser explicado con la teoría del fiogisto, nadie se preocupó de probar su existencia. La cosa resulta tanto más singular cuanto que dicho misterioso elemento necesitaba poseer en ciertos casos un peso negativo, pues los cuerpos, perdiendo fiogisto, pueden aumentar de peso. Para Stahl, la combustión es tanto más activa cuanto más rica sea en fiogisto. El carbón ha de considerarse como fiogisto casi puro.
Una substancia desflogistizada (como el óxido de zinc obtenido por calcinación) calentada con carbón vuelve a adquirir el fiogisto y adopta las condiciones primitivas (nosotros decimos que es reducida por el carbón que absorbe el oxígeno, y se obtiene de nuevo el zinc). El mayor mérito de la teoría del fiogisto, que tuvo gran resonancia en el mundo químico durante más de un siglo, radica en haber reunido bajo un mismo signo los fenómenos de oxidación y de reducción y en haber estimulado a numerosos químicos para nuevas investigaciones. Quizá fue la primera vez que la química poseyó una teoría que sirviera para interpretar diversos fenómenos desde un punto de vista común. La teoría del fiogisto fue destruida por Lavoisier. Los términos «flogosis», «antiflogístico», etc, perduran todavía hoy en medicina, porque la teoría de Stahl tuvo amplias repercusiones en el mundo médico y farmacéutico. Se decía, por ejemplo, que la acción cáustica del sublimado corrosivo es debida al hecho de que carece casi en absoluto de fiogisto, por lo cual se extrae de los tejidos animales con los que entra en contacto.
O. Bertoli