[Eléments de la philosophíe de Newton mis a la portée de tout le monde]. Obra de François-Marie Arouet (Voltaire), publicada en 1738. Desde la edición de 1745 en adelante, se le añadió el escrito titulado: Métaphysique de Newton ou paralléle des sentiments de Newton et de Leibniz, que había sido publicado aparte en 1740. Voltaire se propone exponer en forma elemental, con finalidad divulgadora, las teorías y los descubrimientos de Newton. En cuanto a la metafísica, Newton creía firmemente en Dios como Ser infinito, omnipotente, eterno y creador, dueño del Universo que ha establecido un vínculo entre él y sus criaturas: la prueba más fuerte de la existencia de ese Dios es la de las causas finales.
En oposición a Leibniz, para quien el espacio es la relación que concebimos entre los seres coexistentes que son inmateriales (mónadas), el espacio y la duración son para Newton cantidad, esto es, son eminentemente reales y propiedades de Dios; excluyendo la existencia del espacio puro haríamos la materia infinita y por lo tanto igual a Dios, lo cual es impío. Mientras, además, para Leibniz toda la ordenación del Universo estaba regida por el principio de razón suficiente, para Newton con quien Voltaire estaba de acuerdo, sólo la libre voluntad de Dios es causa de él, también en cuanto a la libertad humana, Voltaire cree deber coincidir con Newton en reconocer que Dios ha concedido al hombre a lo menos una libertad limitada, esto es, una libertad de indiferencia que se manifiesta cuando el hombre libre, libre de pasiones, ha de tomar decisiones indiferentes, y una libertad de espontaneidad, por la cual el hombre se deja determinar por las leyes de la acción dándose cuenta de que así obra del modo mejor. De manera que si Newton admite las imperfecciones del mundo que sólo una intervención de su autor podrá salvar de la ruina hacia la cual está encaminado, Leibniz, como se sabe, estaba convencido de que este mundo era el más perfecto de los mundos posibles.
Newton, además, no fundaba su creencia, en la religión natural ni en otra clase cualquiera de ideas innatas, como lo quería Leibniz, sino sobre sentidos comunes que todos los hombres poseen y que son susceptibles de las mismas experiencias y de los mismos resultados, y veía el fundamento de la ley natural en el instinto social común a todos los hombres. En cuanto al alma, Newton estaba convencido de que era una substancia simple, inmaterial, inmortal; pero intentaba definirla ulteriormente a fuer de verdadero sabio que no quiere perderse en suposiciones acerca de lo que sobrepasa al pensamiento humano, y estudiaba con la misma prudencia la formación de las ideas. En cuanto a los primeros principios de la materia afirmaba con Descartes la existencia de una materia prima, substrato uniforme de todos los seres materiales, concepto éste confutado por Voltaire: ¿no sería en realidad una materia prima que no fuera ninguna de las cosas del mundo y a pesar de esto las produjera todas? Después de las opiniones metafísicas de Newton, Voltaire expone los descubrimientos en el campo de la física, que entonces eran presentados como novedades a veces sorprendentes, también por ser contrarias a las doctrinas cartesianas que privaban en aquel tiempo.
Los descubrimientos acerca de la naturaleza de la luz; sobre su propagación en línea recta; sobre la existencia del vacío; sobre las propiedades de la luz de reflejarse y refractarse; sobre la formación de las imágenes en el ojo, sobre la atracción, que determina la refracción; sobre la descomposición de la luz blanca y, por lo tanto sobre la naturaleza de los colores; sobre el verdadero carácter del arco iris; sobre la correspondencia de los colores y las notas musicales sobre las leyes de la gravitación celeste; sobre la explicación de las leyes de la atracción en el universo y sobre la tierra, son puestas por Voltaire, con su habitual elegancia y vivacidad estilística, al alcance de todo lector, aunque ignorase la física. El tratado, es un documento representativo de las tendencias enciclopedistas de la época.
G. Alliney