[Economía nazionale]. Obra publicada en Venecia, el año 1774, por (1713-1790), dos años antes del fundamental Ensayo de Adam Smith. El principio de que parte Ortes es el que él llama «principio de razón suficiente»: el cual, según Ortes, significa en economía que nadie trabaja o se ingenia más de lo que le es necesario. Por consiguiente, no puede existir en una nación una masa de bienes superiores a la que necesita para su sostenimiento, o a lo que la nación puede consumir, pero tampoco inferior, puesto que de otro modo la nación no podría vivir. En consecuencia, es imposible el progreso económico, que significaría producción de bienes sin razón suficiente.
Ignorando así la ley fundamental de la ilimitación cuantitativa de las necesidades humanas, Ortes, basándose en la errónea presunción de que la necesidad y la producción se corresponden siempre exactamente, y establecido lo que se necesita para mantener una cierta población, puede proceder sin más a determinar la forma de distribuir las funciones económicas y las clases sociales. Ortes examina minuciosamente la condición de un pueblo de tres millones de habitantes. Dado que, por término medio, solamente los dos tercios de la población son aptos para el trabajo (el resto puede dedicarse a las ocupaciones que, según Ortes, no son económicas, como la religión, la cultura y las distracciones), el autor pasa a calcular abstractamente, pero con gran precisión de distinciones, la cantidad de los distintos géneros de bienes que se necesitará para mantener los tres millones de habitantes, clasificando los bienes en «vegetales directos» (entre los cuales incluye los productos minerales), «animales directos» y «vegetales indirectos», es decir, necesarios para nutrir a los animales.
Hechas las sumas, Ortes llega a la conclusión de que precisarán en total con respecto a la Lombardía, por ejemplo (comprendidas las pesquerías, las minas, las salinas, etc.), doce millones de campos, de los cuales ocho habrán de ser de fertilidad mediana, y cuatro estériles, correspondientes a las casas, caminos, bosques, minas, etc. Asimismo, Ortes llega a determinar también, exactamente, cómo debe estar distribuida la población: 150.000 en la capital, 300.000 en las ciudades, 300.000 en las regiones y 1.250.000 en el campo. Los habitantes aparecen divididos en cuatro categorías de acuerdo con las ocupaciones necesarias para la explotación del territorio y la producción de los bienes necesarios para los tres millones de habitantes.
Hechos los cálculos, establece Ortes que corresponden 450.000 agricultores (y pastores, mineros, etc.); 650.000 «manufactureros», es decir, obreros y transformadores de bienes; 250.000 «distribuidores» de bienes, clasificados en negociantes y transportistas y 150.000 «administradores», divididos en 75.000 «administradores eclesiásticos y filósofos» (estos últimos incluyen los abogados, médicos, etc.) y 75.000 «administradores civiles y militares», esto es, empleados, soldados, marinos. Restan, por consiguiente, un millón y medio de desocupados, de los cuales medio millón son aptos para el trabajo; pero Ortes dice que éstos no deben encontrar ocupación, porque, dado que basta el trabajo del millón y medio para mantener a los tres millones, si se hiciera trabajar a los desocupados no se obtendrían más que bienes superfluos.
Por consiguiente, la función principal de los «administradores eclesiásticos y filósofos» consiste en dar ocupación no económica a los desocupados, así como a los ocupados en las ocho horas de la jornada, para impedir que caigan en la disipación. En consecuencia se evitará a los desocupados que se conviertan en mendigos, impostores, ladrones y rufianes, ya que éstas son ocupaciones «violentas» y nocivas para los demás. Esta doctrina permite a Ortes justificar las diferencias sociales, que él defiende como inevitables, por el hecho de haber existido siempre. Otra consecuencia importante es que la cantidad de bienes, por ser proporcionada a la población, no originará un aumento de esta última, con el transcurso del tiempo.
Pero, según Ortes, por principio, las pocas familias que ocupaban un cierto territorio, trabajaban más de lo estrictamente necesario y produjeron así un «primer capital nacional» que permitió a la población aumentar hasta conseguir el equilibrio con aquellos bienes. El proceso del aumento puede continuar, ocupándose más allá de los límites del número de ocupados (mitad de la población) y de las horas de ocupación (un tercio de la jornada), hasta que se alcance el límite de grandeza de la nación «que se ha querido formar sobre aquellas tierras». Los bienes, en suma, «preceden» a la población: si se consume más de lo necesario, la población disminuye, si se trabaja más de lo necesario, aumenta el capital nacional y aumenta la población. Ortes desarrolló posteriormente esta teoría en otro trabajo, publicado en 1790, en el que, en cierto modo, se adelanta y señala, aunque vagamente, al Ensayo sobre el principio de población (v.), de Malthus.
M. M. Rossi