Obra compuesta en Florencia hacia el año 1440 (ed. en París en 1541), por el griego (1355?-1450) que había ido a Italia con motivo del Concilio florentino y que, soñando en un ideal Estado platónico con una platónica religión universal, delineó las bases teóricas de los mismos en su escrito Las leyes. El opúsculo sobre las diferencias de los dos máximos filósofos antiguos fue escrito para sus amigos florentinos y contiene, al lado del encumbramiento de un Platón redivivo a través de elementos estoicos y neoplatónicos, una depreciación de Aristóteles, cuya importancia es reducida a muy poco.
Ningún valor tienen, dice, su metafísica, su psicología y su ética: ignorante e injusto, no supo hacer otra cosa que criticar sin razón a sus predecesores, más grandes que él. Ni, por otra parte, se explica la fortuna que ha tenido entre los cristianos, cuando en él se echa de menos el concepto de creación, y la inmortalidad del alma, al paso que su Dios motor inmóvil no pasa de ser la más alta de las inteligencias celestes y nada tiene que ver con el Dios personal cristiano. El libelo, provocado por la boga que el aristotelismo tenía entonces en occidente, levantó una larga y vivísima polémica. Entre los griegos lo atacó Genadio (Jorge Scolario) y después, rabiosamente Jorge de Trebisonda, al que respondió Besarión con una obra verdaderamente fundamental en la historia del pensamiento de la época.
Con todo, la influencia de Pletón sobre el platonismo italiano parece que fue insignificante. Quizá causó una cierta impresión a Cósimo de Médicis y le indujo a presionar a Fiemo a que tradujera a Platón. Pero raramente le encontramos mencionado: algunas veces por el mismo Ficino, otras por Pico della Mirándola. En realidad, en Italia el interés por Platón y los platónicos era anterior a él y se enraizaba más bien en las tendencias platonizantes, siempre vivas en mil formas en el pensamiento medieval.
E. Garin