[Gedanken über die Nachahmung der griechischen Werke in der Malerei und Bildhauerkunst]. Obra de Johann-Joachim Winckelmann (1717-1768), publicada en Dresde, en 1755, en una primera edición de 50 ejemplares, y dedicada a Federico Augusto, rey de Polonia. En 1756, fue publicada una segunda edición con la adición de una carta que la acompañaba haciendo referencia a las Consideraciones que habían sido ampliadas y de una respuesta a la carta en la cual, el autor, asumiendo respecto a su libro la doble actitud de crítica y defensa, intenta poner en claro la finalidad de su obra. Es ésta la primera aportación de importancia del iniciador de los modernos estudios arqueológicos; y si bien, desde un cierto punto de vista, tiene un valor puramente polémico según los investigadores de Dresde, por otra parte contiene ya aquellas ideas que afirmaron la nueva posición crítica de su autor. La obra es sobre todo importante por la clara y exhaustiva exposición de la esencia del arte griego y por la influencia que seguidamente ejerció en la formación del gusto y de los ideales artísticos clásicamente dirigidos.
Winckelmann recomienda a los artistas «alimentar el buen gusto en las fuentes directas», como hicieron Miguel Ángel, Rafael y Poussin. Exalta la índole vigorosa de los griegos y la belleza ideal de sus obras de arte que son «superiores a la naturaleza misma», puesto que los artistas tomaban como modelo «un arquetipo de naturaleza espiritual, delineado simplemente en el intelecto». De manera que no de la naturaleza — como propugnaba Bernini —, sino de las obras antiguas deberían aprender los escultores modernos el estilo del drapeado y de la nobleza de líneas. El carácter de «noble simplicidad y de tranquila grandeza» de las obras antiguas, revive, según Winckelmann, en las obras de Rafael de la manera más completa, y las Consideraciones son precisamente un himno en alabanza de los griegos y de Rafael. Por lo que se refiere a la pintura, Winckelmann reconoce a los antiguos una superioridad en el conocimiento de las proporciones, del dibujo y de la expresión y a los modernos en la perspectiva, en la composición, en la disposición de sus diferentes partes y en el color. La obra de Winckelmann, a la cual Goethe alababa «sus preciosos puntos básicos» (a pesar de juzgarla, por su tema y por su forma, «barroca y extraña»), recomienda finalmente como objeto, como tema del arte, la alegoría. Fue traducida en el siglo XVIII a los principales idiomas.
L. Moller