[Schopferisclne Erkentniss]. Tratado de gnoseología del filósofo alemán conde Hermann Keyserling (1880-1946), escrito y publicado en 1922. La obra se basa en la importancia del conocimiento como poder adquirido capaz de superar el fenómeno para llegar al espíritu profundo que lo determina. Como en otras de sus obras filosóficas, Keyserling no justifica muchas de sus afirmaciones ni sigue un orden preconcebido porque su concepto de la filosofía le impide seguir la tradición y le empuja más bien a crear, en quien lo lee, un estado de ánimo de adepto y por tanto de nuevo filósofo en potencia que pueda de por sí sacar lo mejor, necesario para su propio espíritu. Aquí parte de la expresión que juzga resultado de la época en la que nace, y por esto es débil, imprecisa y contingente. El concepto sobre el cual tanto se ha debatido a partir de Sócrates es un solo momento del pensamiento. Conviene, en cambio, buscar el sentido metafísico de cada palabra, y verificar en sentido inverso el camino recorrido por el espíritu para alcanzar su formulación. Se llega así a la fuente de la vida y se descubre un misterioso espíritu que gobierna toda cosa y que sobrepasa las condiciones para regularlo en función de un vasto, universal sistema inexplicable.
Este trabajo debe ser llevado a cabo por el intelecto, el cual no debe limitarse al «sentido», sino alcanzar también la sabiduría que él entraña, estado del ser en el cual, sin mediatizaciones, todo sustrato de la naturaleza aparece límpido y visible. Llegado a este punto del tratado, Keyserling se aproxima a las doctrinas de Spengler y formula las razones historicistas del espíritu, señor y dueño de los acontecimientos previstos y a menudo determinados por él mismo. La sabiduría sirve al gobierno del futuro, a la potencia del individuo que la posee. Todos los genios, los jefes, los grandes hombres del pasado han sentido el desenvolverse de los acontecimientos y los han dominado. El filósofo moderno debe guiar al hombre a la búsqueda del medio apto para expresarse después en la lucha contra el intelecto pasivo, a la realización en fin de la propia esencia que se obtiene escuchando los impulsos de lo profundo, realizando una síntesis entre ánimo y espíritu, una metamorfosis de la persona.
Keyserling señala también el deber de la Escuela de la Sabiduría, por él fundada, en la cual se profesa una actitud espiritual en contacto con la vida y con la conciencia, que es el camino que conduce a la sabiduría. Y de aquí, al dominio del fenómeno, al gobierno de los pueblos, ya sea espiritualmente — la filosofía —, ya prácticamente — la política —. La obra de Keyserling, en abierta oposición al idealismo hegeliano, no puede justificarse si no es aceptando los diferentes postulados de «sentido metafísico», «espíritu», «alma», que tienen significados diferentes de los habituales y que no se pueden explicar, sino sólo entender. Es ésta la obra más doctrinaria del filósofo, pero el desarrollo desigual de la exposición y las frecuentes contradicciones le han restado mérito; en realidad tiene un valor meramente informativo para el hombre culto.
F. Rebuffot