Obra sociológica y polémica de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888). El ilustre estadista, escritor y publicista argentino, completó en ella el examen de la realidad políticosocial de su patria, iniciado treinta y ocho años antes en Facundo (v.), su libro más famoso. Conflicto y armonías de las razas, publicado en 1883, muestra la mano ya cansada del anciano periodista; es además un libro inorgánico, desordenado, abundante en citas y digresiones pertinentes e impertinentes, pero contiene observaciones y juicios personales que le asignan destacado lugar en la bibliografía del autor y en la sociología argentina. En Conflicto y armonías de las razas trasladó las viciosas influencias al campo étnico, haciendo pesar sobre el indio la mayor parte de los males — guerras y anarquía — que afligían a la América Hispánica; sobre el indio y también sobre las condiciones en que se desenvolvió la raza española en las colonias. Es, pues, un libro antiindigenista y antiespañol. En los prolegómenos propuso el planteo de la cuestión: ¿Somos europeos? ¿Somos indígenas? ¿Mixtos? ¿Somos Nación? ¿Argentinos? A la última pregunta dio esta respuesta: «Hasta dónde y desde cuándo, bueno es darse cuenta de ello». En el primer capítulo estudió el origen de la población de las provincias argentinas: la raza quichua, la guaraní (con la consiguiente crítica de las misiones jesuíticas, engendradoras en el indio de pasividad y sumisión), la araucopampeana, y la amalgama de todas ellas con la raza blanca y con la negra; por ésta siente Sarmiento un aprecio, que niega en cambio al indio, y llega hasta anunciar a los africanos la futura hora de la justicia y la reparación.
En juicios como el siguiente puede concretarse la doctrina amarga del libro, en el cual la ironía es frecuente: «Iba a verse lo que produciría una mezcla de españoles puros, por elemento europeo, con una fuerte aspersión de raza negra, diluido el todo en una enorme masa de indígenas, hombres prehistóricos, de corta inteligencia, y casi los tres elementos sin práctica de las libertades políticas que constituyen el gobierno moderno». Los cuatro capítulos que siguen examinan respectivamente la constitución de los cabildos en la época colonial, la inquisición como institución civil (alegato violento contra el Tribunal del Santo Oficio y el estancamiento en que quedó España en los albores de la Edad Moderna), la raza blanca (¿quiénes fueron los conquistadores?) y el virreinato de Buenos Aires y los gérmenes de disolución existentes en él. Cambia el tono en el sexto capítulo, elogio de la población blanca de la América del Norte y de los tres tipos políticos y religiosos que más contribuyeron a formar el carácter del pueblo norteamericano — los puritanos, los cuáqueros y los caballeros virginianos —, y exaltación del espíritu de libertad que llevaron consigo los padres peregrinos, cimiento de aquella sociedad, que Sarmiento proponía como modelo a sus compatriotas. El octavo capítulo describe la insurrección americana en los distintos virreinatos y la supervivencia de los vicios coloniales en las nuevas repúblicas: en él vuelve a tratar de la inquisición limeña y a celebrar la libertad y el trabajo contra el fanatismo y la ociosidad. El último está dedicado a estudiar el caballo y el empleo del cuero en la sociedad colonial del Río de la Plata. Conflicto y armonías de las razas en América quedó inconcluso. El autor no le dio la continuación prometida.
R. F. Giusti