Conjunto de cartas escritas a diversos personajes por el antiguo secretario de Felipe II de España, Antonio Pérez (15409-1611), desde su exilio en Francia. Han aparecido varias ediciones de las mismas (Génova, 1604; Colonia, 1676, etc.), entre las que destacan la de E. Ochoa en «Biblioteca de Autores Españoles», tercera edición, Madrid, Rivadeneyra, 1851-1880, XIII, págs. 463-570. La primera serie consta de 141 cartas, y se abre con una dirigida a la hermana de Enrique IV de Francia, la princesa Margarita, solicitando protección (1591-18-XI-Sallen), y se cierra con otra dirigida a su amigo Gil de Mesa, sin fecha. Entre ellas cabe citar la segunda, a Enrique IV, en la que le comunica «las persecuciones que yo he padecido doce años ha en los reinos de Castilla»; la tercera, a Isabel de Inglaterra, presentándole a Gil de Mesa, quien le hablará de él; y la cuarta, a Enrique IV, en la que se titula criado del rey de Francia y dice que éste quiere que él le enseñe la lengua española. Siguen luego varias piezas a distintos personajes franceses e ingleses (Conde de Essex), en las que alude al envío de memoriales y regalos (guantes). En la 43, a «un señor grande y consejero», se refiere al absolutismo monárquico: «Señor, tened quedo, templaos, reconoced a Dios en la tierra, como en el cielo, porque no se canse de las monarquías (suave gobierno, si suavemente usan dél) y las baraje todas, picado del abuso del poder humano, que es Dios del cielo delicado mucho en sufrir» compañero en ninguna cosa».
A veces recurre a la más sutil adulación. En la carta 55, a Enrique IV, dice: «Envío a Vuestra Majestad el agua de los ojos del alma, Señor, y de las entrañas mías la destilaría yo muy alegre para vuestra salud y vida, sino que estoy ya todo seco y aún para una destilación inútil ya». Es notable la 83, a Juan de Guzmán, limosnero de la reina de España: «Nadie tema de abrir este papel, que no es Antonio Pérez, no es cuerpo vivo, no es cuerpo muerto, no es fantasma el que le escribe; sombra es humana de todo esto (bastará decir humana, pues no hay cosa humana que no sea sombra) y verdadera sombra, pues así se escapa de las g4uerras de la persecución, pero sombra aún con espíritu». Los peregrinos (exilados) son mundanos, «pues nos da la fortuna por tierra natural el mundo todo». La segunda serie consta de 171 piezas. En la carta 20, «a dos caballeros españoles», dice: «Quien se ha atrevido a visitarme, bien se atreverá a tener en las manos papel mío, que el miedo de amar y ser amado no corre en toda Europa. Aún queda alguna provincia donde tengan su corriente las obras naturales. ¡Guay de la que cierra los pasos y puertas a tal vitualla, sustento del género humano». Alusión directa al carácter español en la 73: «La nación española, dentro de un asedio, es la más paciente de todas y la que más resiste el hambre, sed y trabajo corporal». Abundan las de tipo familiar, a su mujer, Juana Coello, y a sus hijos, Gonzalo y Gregoria. Es digna de recordar la 168, a su hija Gregoria: «Por ser mi hija padecéis. Gregoria, como los bandoleros, que atalan aun el olivo de su contrario».
J. Regla