[Grundzüge des gegenwártigen Zeitalters]. Lecciones profesadas por Johann Amadeus Fichte (1762-1814) en 1804-1805 y publicadas en Berlín en 1807, en las cuales se propone establecer los caracteres de su época basándose, no ya sobre los datos empíricos, sino sobre la esencia racional que, por otra parte, no puede ser comprendida si no se la encuadra en el desarrollo racional de la historia de la humanidad. Toda la historia está determinada por la idea de la libre realización de la Razón, que en una primera época se presenta con carácter instintivo, en una segunda época se reviste de autoridad, en la tercera se rebela contra el instinto y la autoridad generando el individualismo egoísta, en la cuarta adquiere conciencia de sí, inaugurando la era de la justicia, en la quinta, por fin, se realiza plenamente constituyendo la era de la santidad. Pero estas épocas no se suceden cronológicamente, sino que se interfieren y mezclan, puesto que toda época tiene sus vanguardias y sus retrasados, y posee además verdades absolutamente eternas. En la época actual, dice Fichte, hemos perdido la inocencia de la primera época, hemos derribado la autoridad y nos encontramos en pleno individualismo. El espíritu crítico que la anima conduce al escepticismo, en cuanto pone en duda todo lo que hay de universal en las cosas y rechaza como quimera lo que sobrepasa la evidencia de la apariencia común, incapaz por lo tanto, para comprender el poder superior de la Razón.
En este clima aparece clara la realidad empírica, esto es, la sensación y el placer, mientras se escarnece el ideal, con el concepto apriorístico del deber que de él emana. De aquí una fácil versatilidad, apoyada por la llamada libertad del pensamiento, que no tiene nada en común con la libre reflexión filosófica. Inevitablemente, además, el siglo de las luces y de la crítica había de rechazar de la religión todo lo que tenía de terrible y de misterioso para el hombre y todos los restos de la superstición. Pero el horror de lo incomprensible, aunque destruye la falsa religión, impide concebir la verdadera, precisamente porque, según pretende Fichte, la verdadera religión supera los límites de la conciencia clara y distinta. Por consiguiente, la religión se deforma en aspiración vaga, en una necesidad indefinible de lo suprasensible; en un misticismo sentimental que caracteriza justamente la época actual. Al penetrar así el espíritu de su época, el hombre docto, cuya figura es delineada por Fichte en la Esencia del sabio (v.), puede obrar en favor del progreso de la verdadera libertad. La misión del filósofo, en todo tiempo, debe ser por lo mismo orientada hacia la acción; y el mismo Fichte realizó por su parte este programa con sus Discursos a la nación alemana (v.)
G. Alliney