[Al-Qdnün fi-l–tibb]. Es la más importante de las cien obras de medicina y filosofía atribuidas a Avicena (Ibn Síná, 980-1037), ilustre médico y filósofo árabe. Basada, al igual que todas las demás obras medievales de medicina, en la exposición de las doctrinas de Hipócrates, Aristóteles y Galeno, este enorme tratado incluso llegó a eclipsar El Continente (v.), la obra más importante del médico persa, poco anterior, Rází (865- 923?); y ello, por su método mejor y por una más rica experiencia y vasta erudición. El Canon comprende cinco libros: el primero y segundo tratan de la anatomía del cuerpo humano, fisiología, patología, higiene y de los medicamentos más sencillos; el tercero y el cuarto tratan de los métodos para curar las enfermedades particulares localizadas en determinada parte del cuerpo, y de las enfermedades no localizadas en un órgano determinado; el quinto trata de la composición y preparación de los remedios, con observaciones personales del autor. En el primer libro destaca el tratado sobre las curas de aguas y de sol, así como el régimen alimenticio e higiénico de los niños y de los viejos. Es asombroso el número de remedios y de curas vegetales sugeridas para cada trastorno de estómago o de intestino, y el perfecto conocimiento de la eficacia de las hierbas y de los productos farmacéuticos, lo que revela la vasta experiencia clínica de Avicena.
El segundo libro está casi por completo ocupado por un extenso diccionario alfabético de todas las medicinas, con sus usos y aplicaciones, que va desde el anís, el ajenjo («medicina maravillosa»), hasta la cizaña y el azúcar de caña. En el tercero destacan : el tratado segundo sobre los dolores de cabeza y el modo de curarlos, y el quinto, sobre los males del cerebro y de los nervios, así como los seis capítulos sobre la melancolía y los tres tratados acerca de las enfermedades de los ojos y el modo de curarlas; a las enfermedades del aparato respiratorio se les dedican cinco tratados, a las del corazón 97 capítulos, y así, de un modo semejante, se ocupa de las enfermedades del estómago, del hígado, de los cólicos, etc., incluidos todos los pronósticos sobre la fecundidad o esterilidad y sobre el dar a luz varones o hembras. El libro cuarto — con sus amplios tratados sobre varias clases de fiebres, sobre las crisis de las enfermedades, sobre tumores de toda clase, enfermedades de la piel, labios y la segunda sección quirúrgica sobre las heridas y fracturas, sobre venenos y sus antídotos, animales y plantas venenosas, etc. —, confirma la impresión que produce toda la obra, de que la medicina árabe había logrado un progreso real. La opinión viene confirmada en el libro sexto, prontuario médico, sintético sobre la eficacia de varias clases de fármacos (calmantes, cocimientos, emplastos, aceites, etc.) y analítico para el estudio de cada enfermedad particular. Se halla en Avicena una riqueza de conocimientos químicos y farmacológicos tales, que son causa de que consideremos la farmacia como actividad científica de origen completamente árabe.
Que no se trataba sólo de pura teoría, lo muestra también el hecho de que ya en el siglo XII había, por ejemplo en el Cairo, hospitales modelo, con salas especiales para los enfermos de los ojos, para los febricitantes, para enfermedades de la mujer, curas alimenticias, etc., lo que parecen corroborar las páginas del Canon de Avicena. A éste se debe también el reflorecimiento de las antiguas tradiciones de la medicina griega, especialmente en Italia, en un tiempo en que todos los estudios habían llegado a ser monopolio de los eclesiásticos. La defectuosa traducción del Canon hecha por Gerardo de Cremona (m. 1187), mejorada por el médico arabista Andrea Alpago (m. 1520), y después por el médico filósofo Benedetto Rinio, que añadió otros tratados médicos de Avicena, fue adoptada durante siglos en las universidades europeas como texto de medicina: todavía en 1659, eran estudiados en las universidades de Lovaina y de Montpellier. El texto árabe, impreso en Roma por primera vez en el año 1593, se reimprimió muchas veces en Oriente: la última en Egipto, en el presente siglo. La versión latina no tuvo menos de treinta ediciones, totales o parciales. Un resumen en 1316 versos de toda la medicina teórica y práctica de Avicena, con noticias sobre algunas operaciones quirúrgicas, conocido con el título árabe de Aryuza, estuvo muy en boga en Europa. La traducción latina de este resumen, unida a un comentario titulado Cantica del médico Armengaud de Montpellier, escrito hacia 1280, fue impresa a menudo juntamente con el Canon.
G. Pioli