Colección de 400 breves sentencias de medicina general, obra de Hipócrates, el mayor médico griego y uno de los más grandes hombres de ciencia de la antigüedad, nacido alrededor del 460 a. de C. y que, según la tradición, vivió hasta edad muy avanzada. Entre las numerosas obras de Hipócrates, o atribuidas a él, los Aforismos son sin duda la más famosa; fueron tenidos por auténticos hasta fines del siglo pasado; recientemente, algunos autores han suscitado dudas acerca de su autenticidad. Aun admitiendo que haya llegado hasta nosotros con alteraciones, añadiduras y refundiciones posteriores, el núcleo de la obra, que es evidentemente fruto de la larga experiencia y la habilidad de un hombre genial, es atribuido a Hipócrates. Los Aforismos se dividen en ocho partes, la última de las cuales ha sido quizás añadida más tarde. La primera trata de la dieta y del modo de purgarse en las enfermedades agudas que atacan a la constitución del cuerpo; la segunda de los síntomas de las enfermedades; en la tercera se indica la influencia de las estaciones, de las condiciones atmosféricas y de la edad, en los pacientes; la cuarta trata de las maneras de purgarse en las enfermedades intestinales; en la quinta y sexta, de las enfermedades pulmonares, de la acción del calor y del frío, de las enfermedades de las mujeres, y de otras enfermedades internas; en la séptima se encuentran observaciones acerca de las úlceras, de las enfermedades de la vejiga, y sobre la hidropesía. En los Aforismos no se indican métodos de curación; pero se encuentran observaciones prácticas, derivadas de la larga experiencia de un médico genial, mezcladas con sentencias generales también de gran valor. Estamos ya muy lejos de las prácticas mágicas y misteriosas en que, casi exclusivamente, consistía la medicina antigua.
La ciencia hipocrática está firmemente basada en la observación empírica, y por su seguro valor los Aforismos pudieron ser considerados como la obra fundamental de todo médico hasta fines del siglo pasado. Son famosas las dos sentencias del comienzo y del final de la obra: «La vida es breve y el arte largo, la ocasión es fugaz, falaz la experiencia y difícil el juicio» y «lo que las medicinas no curan, lo cura el hierro; lo que no cura el hierro, lo cura el fuego, y lo que el fuego no cura se debe tener por incurable». Algunas máximas generales y particulares, están llenas de sabiduría: «Para las enfermedades más graves son necesarios los cuidados más exactos»; «los viejos soportan bien el ayuno, menos fácilmente lo soportan los adultos, poco los adolescentes y mal los niños, especialmente cuanto mayor sea su vitalidad»; «el que tiene en el cuerpo una enfermedad dolorosa y siente poco el dolor, tiene una enfermedad mental»; «los que enferman de cuartanas, raramente son atacados de convulsiones, mientras que los atacados de convulsiones y que enferman luego de cuartanas, se curan de las convulsiones». Fueron numerosísimos los comentarios antiguos y modernos a los Aforismos; los más antiguos —de Herófilo, Zeuxis y Heráclides de Tarento — remontan al 300 a. de C. Los centenares de traducciones en árabe, en latín, en hebreo, en francés, en inglés y en alemán, atestiguan la difusión y la importancia de esta obra en todas las épocas. [Trad. española de A. M. Sedeño de Mesa (Madrid, 1789), y de J. de Arce y Luque (Madrid, 1847).]
C. Schick