[Fards et poisons]. Obra de Jean Lorrain (Paul Duval, 1855- 1906), publicada en París en 1904. Es una serie de bocetos con los cuales la mirada curiosa y ávida del autor penetra bajo el velo magnífico y mentiroso que envuelve el mundo galante, en busca de las tragedias crueles y las miserias ridiculas que esconde. Es, sobre todo, una galería de mujeres, flores artificiales y bellísimas, que evoca en los escenarios de la ciudad populosa, en los salones cosmopolitas de la Costa Azul: frías calculadoras, o bien enfermas, viciosas. Aparecen las pequeñas actrices que ponen como pedestal de su gloria inverosímiles historias de amores reales o rumores escandalosos, propalados adrede, sobre su vida privada («Maitresse d’empereur», «Illyne Yls», «Cordelia Staub»). Aparece la histérica de los inolvidables ojos de ensueño, violentos y fascinadores, dominada por el horror de la sencillez; surge allí la mujer-vampiro, tuberculosa y viciosa, que huele a éter, a opoponax y a fiebre y mata al hombre con su insaciable ardor («Madame Holland», «M. Smith»); se ve a la intachable señora que, incólume en el accidente automovilístico donde ha muerto su amante, abandona el cadáver y corre a su casa a vestirse para el teatro, dispuesta a fingir sorpresa cuando le den en el palco la triste noticia.
Incluso en la intimidad de las modestas familias penetran los fantasmas perturbadores de la paz: la malignidad, el tedio, la avaricia de los herederos que velan ansiosos sobre los últimos suspiros de los agonizantes («Jeux d’enfants», «Les heritiers Plomignon»). De tarde en tarde se insinúa la nota cómica, como en el sabroso relato de la vieja tía que llega para hacer una visita al estudio de su sobrino pintor, precisamente en una fiesta de artistas, y es llevada en triunfo por aquellos locos, convencidos que se trata de un amigo hábilmente disfrazado («La tante Quinsonnas»). Pero en general, domina el tono escéptico y amargo, veteado de oscura piedad y de estremecimientos de revuelta. Obra característica del «fin de siglo», expresa con sinceridad imágenes y conceptos que serán amanerados a los pocos años, con prosa aristocrática y rica de color.
E. Ceva Valla