[Sermones]. Las predicaciones de San Cesáreo (470-543), obispo de Arlés, han llegado hasta nuestro tiempo sin una tradición manuscrita unitaria, ni con atribución clara y explícita. Un centenar de discursos sagrados se encuentran mezclados y confundidos con los Sermones (v.) de San Agustín; esta confusión es debida a la propia voluntad del autor, el cual, después de haber compuesto dichos escritos, no solamente los pronunciaba él mismo en su diócesis, sino que los enviaba a sus sacerdotes para que los divulgasen por Francia, España e Italia.
En el prólogo a un pequeño grupo de sermones, Cesáreo llegaba a afirmar que, a pesar de la modestia de su estilo y la humildad de su persona, contribuiría a la edificación espiritual el que los sacerdotes y diáconos, junto con las Sagradas Escrituras y los Sermones de San Agustín, leyeran sus escritos predicatorios. Su deseo se convirtió en realidad y al estructurar el cuerpo de^ los Sermones agustinianos fueron incluidos también estos escritos, los cuales no tan sólo comentaban festividades del calendario religioso, sino que se desataban asimismo contra los vicios y pecados de la embriaguez, de la lujuria, de la discordia, la envidia, el odio, el sacrilegio y el paganismo. Estilísticamente, la oratoria de San Cesáreo está caracterizada por una cierta tosquedad, más voluntaria que espontánea, y de acuerdo con la idea de humildad literaria que se impone el autor.
F. Della Corte