[Die Albigenser]. Poema de Nicolás Lenau (Niembsch von Strehlenau, 1802-1850), publicado en 1842. Ya en 1838 Lenau se había dedicado a estudiar la historia de las persecuciones de los albigenses, para su proyectada trilogía sobre el Cristianismo (v. Savonarola), pero se apasionó tanto por el tema y por la lectura de los poetas provenzales, que les dedicó un poema. En 1839 decía a su amigo Marggraff que trabajaba en torno a un poema épico «contra pontificem» y que el protagonista era «la duda encadenada y sofocada en sangre por el papa Inocencio». La obra tomó forma en treinta y dos cuadros o «frescos» que describen la cruelísima matanza. El Cristianismo, visto solamente a través de la lucha confesional, no reluce ya como en el Savonarola sino que, transformado de fuente de amor en fuente de odio, ha de ceder ante el reino del espíritu. Por entrambas partes hay figuras sombrías y heroicas, arrastradas por su fanatismo a cometer acciones que sobrepasan su voluntad, y todo acaba en horrendo exterminio.
Se yerguen luminosas en el campo católico las figuras de Pedro de Castelnou, el mártir misionero; Fulco, el trovador, de quien se narra el purísimo idilio con Adelaida, condesa de Marsella; muerta la mujer de amor por él, se aparta del mundo y, haciéndose fraile, combate fanáticamente a todos los que no creen en la resurrección de la carne. Del lado hereje están Foix, el epicúreo muerto en Carcasona; el bello Roger, vizconde de Béziers, enamorado de la vida y del sol, que muere envenenado en una oscura cárcel. Entre los episodios más impresionantes y poéticamente más fuertes encontramos el canto de los cegados y el lamento de la muchacha de Lavor. Cierta unidad histórica enlaza cronológicamente los cantos, después del prólogo, iniciando el desarrollo con la figura de Pedro de Castelnou y de Fulco, continuando luego con el sueño que determina el papa Inocencio a pronunciar el entredicho y desemboca finalmente en los terribles episodios de la matanza. El penúltimo canto, después del exterminio de todos los herejes, tiene por tema una plegaria hermosísima del papa Inocencio ante la imagen del Redentor que parece moverse y palpitar a la llama de una luz.
Pero cuando, transcurrida la noche de remordimientos y éxtasis, Inocencio pregunta a Cristo: «¿He obrado rectamente?», una mariposa apaga de improviso la lámpara y en la oscuridad de la noche la plegaria muere sobre los labios del papa mientras continúa atormentándole la visión de las matanzas cometidas. El poema de Lenau fue interpretado tendenciosamente, a fines del siglo pasado. En realidad Lenau encontró en esta representación histórica el desahogo a su problema personal y a la lucha interior que objetivó en el tema que le ofrecían las luchas religiosas; pero la obra, aunque dirigida contra toda intransigencia religiosa, se escribió no con fines polémicos sino con intenciones poéticas.
G. Federici Ajroldi