Tratado atribuido a Atenágoras, apologista cristiano griego (siglo II), autor de la Embajada en favor de los cristianos (v.), conservado en un manuscrito de Areta, de 914. El autor se refiere al problema de la resurrección de los cuerpos, que no había sido resuelto por completo en las obras de Taciano y San Justino, para intentar resolverlo a su vez en una forma que demuestra hasta qué punto se mantenía viva la filosofía griega.
Aun admitiendo naturalmente la superioridad de la fe sobre la ciencia filosófica, Atenágoras, más que sus precursores, se siente inclinado hacia una inteligencia con la filosofía y el paganismo en general. La doctrina de la resurrección del cuerpo es afirmada con gran energía y decisión basándose en observaciones de carácter filosófico que se refieren al concepto de la sabiduría, de la potencia, de la justicia, de la divinidad y al destino del hombre mismo. El problema, ya bosquejado en la Embajada, es aquí tratado a fondo; es particularmente interesante el capítulo XVI, «Sobre la resurrección», para el conocimiento del concepto de los ángeles y porque en él aparecen conciliados el concepto de la inmortalidad del alma con el de la resurrección de los cuerpos (resulta notable que en él no se hable de la resurrección de Cristo).
El estilo de Atenágoras, menos vivo que el de San Justino, es sin embargo más regular y mesurado. La obra es importante porque trata de un problema bastante discutido en el siglo II y es la expresión de un momento bastante significativo en la historia de las relaciones entre la filosofía griega y el Cristianismo.
C. Schick