Drama en tres actos y en verso de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), publicado en 1615 entre las Ocho comedias y ocho entremeses (v.). Es una «comedia de santos», el único drama de carácter religioso de todo el teatro cervantino.
Su argumento está sacado de la Historia de la fundación y discurso de la provincia de Santiago de México, de la orden de predicadores. Por las vidas de sus varones insignes y casos notables de Nueva España, de fray Agustín de Dávila Padilla (1596). El héroe del drama es Cristóbal de Lugo, que de las encrucijadas de Sevilla pasó a la santidad y ganó, «rufián dichoso», un alma para el Paraíso, ofreciendo a Dios sus propios méritos y cargando con las culpas de una pecadora impenitente.
El primer acto de la comedia recuerda los cuadros picarescos de la vida disoluta de Lugo, espadachín violento que, junto con su criado Lagartijo, domina la mala vida sevillana y es respetado por malandrines y oficiales de la justicia, hasta que la bondad nativa de su corazón se rebela contra el mal y le lleva a dar a conocer el rapto de una mujer, advirtiendo a su marido. El segundo acto se desarrolla en México y nos presenta al antiguo rufián y a su criado bajo los hábitos de fray Cristóbal de la Cruz y fray Antonio. Una pecadora, Ana de Treviño, en trance de muerte, rechaza la confesión. Cristóbal va a casa de aquella mujer, logra conmoverla y para salvarla ofrece sus sacrificios a Dios, tomando sobre sí las culpas de la pecadora. El tercer acto nos representa la penitencia de fray Cristóbal, que redime los pecados de Ana padeciendo todos los males del cuerpo y las más insidiosas tentaciones hasta su santa muerte, asistido por el prior y los religiosos.
El drama está bien graduado; aunque el primer acto tiene un relieve plástico y psicológico que no hallamos en la figura de díptico de los otros dos, con todo, el diálogo entre Cristóbal y doña Ana alcanza el momento culminante de elevación del drama. A pesar de sus desigualdades, El rufián dichoso queda como uno de los más hermosos dramas cervantinos y de los que más influjo ejercieron en el teatro español, abriendo el camino al Lope de sus dramas sacros, como El prodigio de Etiopía o La fianza satisfecha, al Esclavo del demonio (v.) de Mira de Amescua, al Condenado por desconfiado (v.) de Tirso, a la Devoción de la Cruz (v.) y al Purgatorio de San Patricio (v.) de Calderón.
C. Capasso
Cervantes, en el primer acto del Rufián dichoso, se empapa de luz, de color, de agitación, de gente y de tipos, y nos ofrece una vivida visión de la Sevilla del ocio y de la gracia, de muchachos sanos y de «rufianes ladrones» en confraternidad. (A. Valbuena Prat)