[Das Christentum ais mysische Tatsache]. Obra del pensador alemán Rudolf Steiner (1861-1925), publicada en 1902. Como indica el título, no se trata solamente de dar una exposición histórica del contenido del Cristianismo, sino de describir sus orígenes, alcanzando la contemplación mística. En la base de dicho empeño está el convencimiento de que en la formación del Cristianismo han colaborado factores espirituales que sólo dicha contemplación \puede percibir. Según Steiner, el conocimiento místico puede alcanzar la misma precisión y objetividad de las ciencias experimentales. Siguiendo dicho criterio el autor estudia— o evoca — los antiguos «misterios», principalmente griegos y egipcios, y reconstruye el camino del iniciado que, a través de una rigurosa disciplina, despertaba en sí el elemento divino, capaz de relaciones con el mundo espiritual. Contempladas a la luz de los misterios de los que surgieron, ciertas palabras de los sabios de la antigüedad evidencian una inesperada plenitud de significado, mientras las religiones y los mitos se revelan como formas populares de la sabiduría iniciadora. El punto culminante alcanzable por la antigua iniciación consistía en la unión del alma con la sustancia espiritual del mundo; esta unión se verificaba fuera de la corporeidad, en el llamado «sueño de iniciación». Para la contemplación mística, convalidada por numerosos atestados extraídos de los Evangelios y de los escritos de los primeros siglos cristianos, según Steiner, el Cristianismo surge del seno de los antiguos «misterios» y es su realización más alta.
Ante tal contemplación Jesús de Nazareth aparece como un hombre de grandeza única, en quien el Dios espiritualmente contemplado por los antiguos iniciados se une con la humanidad. Así el autor pretende justificar sus teorías con las palabras de San Agustín: «Lo que actualmente se llama religión cristiana existía ya para los antiguos y no faltaba ni siquiera en los inicios del género humano, antes de la venida de Cristo en cuerpo de carne; pero desde aquel punto, la verdadera religión, que ya existía antes, tomó el nombre de religión cristiana». La unión del alma con Jesucristo sustituye, pues, desde aquel momento, los procesos de la antigua iniciación. En este punto se abren dos soluciones: según una, el alma, desarrollando las fuerzas que la conducen a conocer su verdadero ser, alcanza también el conocimiento de lo divino, es decir de Cristo; según otra, preferida por San Agustín, se pone en cierto punto término al desarrollo de las fuerzas del alma, encontrándose los conceptos que se conectan con la venida de Cristo, únicamente en los textos que a Él se refieren. [Trad. italiana de Vittoria Wollisch, con introducción de Edouard Schuré (Palermo, 1909), y de Ida Levi Bachi, con introducción del mismo Schuré, sacada de la segunda edición francesa (Bari, 1916)].
M. Venturini