Obra del humanista nacido en España a fines del siglo XV y muerto en Nápoles en 1541, la única publicada en vida del autor, y por la que fue denunciado al tribunal de la Inquisición. Se imprimió como obra anónima en Alcalá en 1529 bajo el título Diálogo de doctrina cristiana, nuevamente compuesto por un religioso, con dedicatoria al Marqués de Villena, ferviente erasmista.
Modernamente ha sido reeditada por Marcel Bataillon (Coimbra, 1925), según el único ejemplar conocido. Bataillon en el prólogo a la edición y en su estudio Erasmo y España (v.) ha establecido las bases definitivas para el conocimiento de la ideología de Juan de Valdés y, en general, de la España del siglo XVI. La doctrina de los «alumbrados» españoles, por una parte, y, por otra, el humanismo cristiano de Erasmo fueron los determinantes del pensamiento de Valdés, sin perjuicio de que el autor llegara a concebir y estructurar una doctrina propia y particular. a influencia del iluminismo se manifiesta particularmente en sus Ciento diez consideraciones divinas (aparecidas en traducción italiana en Basilea, 1550, y de las que se conservan 39 en original castellano), donde se hallan contenidas algunas tesis heréticas.
El Diálogo de doctrina cristiana, en cambio, constituye, según Bataillon, una de las obras más representativas del influjo erasmiano en España. El contenido del Diálogo es muy parecido a otro libro de Valdés, el Alfabeto cristiano, escrito unos años después en Nápoles (y publicado también en versión italiana en 1546), donde sostiene la doctrina de la justificación por la fe. Valdés da a su obra la forma de coloquio, tan difundida en el Renacimiento, y utilizada especialmente por Erasmo en sus escritos, e introduce a tres personajes: Antonio, Eusebio y Fray Pedro de Alba, arzobispo de Granada.
El contenido de la obra versa sobre: El Credo, mandamientos, pecados capitales, virtudes teologales y cardinales, dones del Espíritu Santo, preceptos de la Iglesia, instrucción y cultura religiosa, Sermón de la Montaña; contiene, además, un resumen de la Biblia. El comentario del Credo está sacado, según Bataillon, de la Inquisitio de fide de Erasmo. El Sermón de la Montaña está traducido fielmente del original griego, yaitíes prescinde de consideraciones histórico- críticas y se adhiere fervientemente a la «philosophia Christi», al evangelismo radical y absoluto («en espíritu y en verdad») que propugnaba Erasmo en su Enchiridion.
El Misterio de la Cruz y el don de la gracia, centros de la teología paulina, avivan en nosotros un ansia de exigencia, de perfección y de amor infinitos que nos «justifican» enteramente. Vida moral y vida religiosa, por lo tanto, se confunden, y el autor ataca el culto, el formulismo en el cumplimiento, la moral codificada — partiendo de la frase de San Pablo «Sed peccatum non cognovi, nisi per legem» (Ad. Rom., VII, 7). Se trata, en suma del planteamiento de la problemática religiosa de aquel momento histórico y de su solución según los principios protestantes del libre examen y de la justificación por la fe. Valdés es el más característico y casi el único español que aporta algo a la teología luterana.
A. Comas