Tratado polémico en 14 capítulos de Quinto Septimio Florencio Tertuliano, el insigne apologista cartaginés, que vivió entre la segunda mitad del siglo II y comienzos del III. El escrito toma pie de una disputa, a la cual parece que asistió Tertuliano, entre un cristiano y un pagano convertido al judaismo: el primero afirmaba que la ley es universal, y el segundo que estaba reservada a los judíos, pueblo elegido por Dios. Naturalmente, Tertuliano adopta una posición decidida en pro del valor universal de la Ley, que defiende con argumentos tomados con preferencia del texto de los judíos, el Antiguo Testamento; la ley de Moisés no está dedicada a un solo pueblo, sino a todos; las instituciones características de la antigua religión hebrea, la circuncisión, el sábado, las ofrendas materiales en el templo de Jerusalén, sólo tenían un valor transitorio, y han sido sustituidas por otras de carácter más elevado y espiritual. La venida del Mesías ha sido anunciada muchas veces por los profetas: no se puede dudar de que Cristo es el Mesías, porque, como había sido anunciado, todos los pueblos se han convertido a su fe, y las vicisitudes de su vida se han desarrollado cómo y cuándo los profetas habían predicho.
En la segunda parte de este tratado, del capítulo IX al XIV, se hallan muchos pasajes tomados de la obra del propio Tertuliano Contra Marción (v.), el jefe de la secta herética, que, como los judíos, negaba que Cristo fuese el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento; esta circunstancia, unida a cierto desorden en la manera de tratar el asunto, suscita en muchos críticos gran cantidad de dudas acerca de la autenticidad de la segunda parte del tratado Contra los Judíos, que, dejado incompleto por Tertuliano, fue tal vez completado más tarde con pasajes tomados de otras obras suyas, añadidos sin mucha habilidad. Esta cuestión no ha quedado resuelta de modo definitivo. En conjunto, el tratado añade poco nuevo a la polémica antijudaica, como la habían ya realizado Aristón de Pela y Justino; pero son característicos de Tertuliano el calor, el entusiasmo con que sabe reavivar la más árida materia teológica, el espíritu lógico que aplica a la interpretación del texto sagrado y el estilo vivo y personalísimo. La obra de Tertuliano ha inspirado el anónimo apócrifo de San Cipriano (v. Apócrifos ciprianeos).
E. Pasini
Tertuliano habla como un moderno: sus temas de elocuencia están sacados del círculo de las verdades eternas, y no de las razones de pasión y de circunstancias, acostumbradas en la tribuna romana o en la plaza pública de los atenienses. (Chateaubriand)