Dos ancianos, Pistetero y Euelpides, se marchan de Atenas, demasiado ocupada en delaciones y procesos, y se van a vivir con las aves. Convencidas la Abubilla (el ave en que se transformó Tereo) y las demás aves de las grandes ventajas que obtendrán con ello, fundan con ellas una ciudad entre el cielo y la tierra, Nefelococigia, que se ve pronto invadida por atenienses gorrones: un poeta, un vendedor de oráculos, un geómetra, un inspector de impuestos y un vendedor de decretos. Pistetero los echa, como echa a Iris, la mensajera de Zeus, que ha entrado en la ciudad sin salvoconducto. Tras saber por Prometeo que los dioses padecen hambre porque los hombres han dejado de celebrar sacrificios, se aprovecha de la glotonería de Heracles, obteniendo que los númenes cedan el poder a las aves y a él la mano de la Soberanía, hija de Zeus.