[La signora Morli una e due]. Comedia en tres actos de Luigi Pirandello (1867-1936), representada en 1920. El marido de la señora Evelina Morli huye al extranjero a consecuencia de un negocio desgraciado, abandonando a su mujer y a su hijo Aldo. Nada se sabe de él durante catorce años, y la vida prosigue; pero al cabo de aquel tiempo reaparece el fugitivo y se encuentra con que su esposa convive con el abogado Carpani, del cual ha tenido una niña. En la sacudida del reconocimiento, su hijo Aldo siente que debe ir a vivir con su padre y lo sigue a Florencia. Pero la nostalgia del tiempo pasado induce a los dos a llamar a Evelina, con el pretexto de una enfermedad de Aldo; los ocho días que pasan juntos sirven para hacer saborear a Evelina una existencia ya olvidada y hacerle sentir de pronto, en su nueva embriaguez de vivir, su desdoblamiento de otra Evelina, a la que ahora se siente extraña.
A su regreso confiesa sus sentimientos ante las indignadas murmuraciones de los amigos de la familia y la iracunda actitud del abogado Carpani; ante la súbita percepción de las inesperadas posibilidades que hay aún en ella, se siente desfallecer; pero por su hija renuncia al amor. No es nuevo en Pirandello (v. La razón de los demás), que concluya con una fría concesión a las conveniencias, el tema de esta sucesión de inquietudes, la cual por otro lado carece aquí de aquella humana conmiseración o aquella ferviente sinceridad de comunicación e ironía, que encontramos en sus obras mejores. Los mecánicos imperativos de la trama, su tono frívolo y sus perspectivas mundanas son de un Pirandello totalmente episódico, ficticio, jugando con el azar, una de sus manifestaciones menos felices. Pirandello es Premio Nobel, 1934.
G. Guerrieri
Los personajes pirandelianos no piensan que «todo va a hundirse en la nada», sino que «todo está suspendido en la nada»; esto da un sentido trágico más elevado y, querríamos también decir, más contenido del que se encuentra en muchos dramas del «intimismo», del «silencio», o de lo «inexpresado». Pirandello se burla pero ve claramente. No ama el color más que las cosas; tiende no a sufrir la realidad, sino a definirla. Crea personajes activos, que sufren e inquieren; que tienen un pensamiento y, aún negando toda verdad, porfían en afirmar la suya. (F. Flora)