Aunque vino después de los más vivos ismos franceses se pareció más al “Futurismo” que al “Dadaísmo”. Por más que no acabasen de quererlo, el Futurismo estaba dentro de ellos con sus tópicos nuevos, sus inenterrables imágenes, su odio al claro de lima, su cantar los émbolos y su opinión de que “un automóvil valía más que la Victoria de Samotracia”. Había existido el “Romanticismo”, quizás el “Modernismo”, pero encontraban dificultades para poder existir tanto el “Ultraísmo” como el “Novecentismo”. Aparecían como un fenómeno extraño, como infantes no viables a los que les crecía la cabeza a expensas de todo el cuerpo, con algo monstruoso quizá por un exceso de retórica contra la retórica.
En libros, revistas y en la retentiva de los viajeros, rebatían las playas de España las doctrinas novísimas de la literatura, pero los avezados y los precursores sabían que ésa era la natural evolución de las formas y callaban aplicándose a su originalidad española. Hubiera sido conveniente convencerles de que todo aquello era estéril, desvanecido en la ráfaga, desencuadernado en el huracán, manipuleo de laboratorio literario. Lo español — lo hispanoamericano — es inspiración, sin la que son inútiles los juegos de estilo o las probidades que se llaman a sí mismas inclaudicantes.
Precursores de nota no habían querido encargarse de ese embarullamiento, que si bien pudo sostenerse en la luz grisácea de París, en la luz clara de Madrid era algo desencajado. El genio de España es particular y quien no se defiende como singularidad no se salvará fundando el artificio del grupo o de la escuela. Un grupo de bohemios y jóvenes se creyeron obligados a crear una escuela ibérica similar a las de moda, y su primer manifiesto “ultraísta” se publica en la revista “Grecia” en 1919. A Ortega y Gasset le pareció bien el nombre de la escuela, que según ha dicho alguien “es lo único que ha quedado de ella. Es un ultramodernismo que bautizó Guillermo» de Torre, gran semáforo de novedades.
En el Ateneo Sevillano se celebró la gran noche de combate, y en seguida, se estableció en Madrid, bajo palio del salmista, Rafael Cansinos Assens — que compone poesías del género con el seudónimo de Juan Laas— llevando detrás al poeta — apuntalado en muletas — José Rivas Panedas, Pedro Garfias viajero del movimiento —, César A. Comet, Adriano del Valle y otros más como Vando Villar, José Ciria, Xavier Bóveda, Pérez Doménech, Juan González Olmedilla, Ramón Prieto, Juan Chabás, Lucía Saornil, López Parra, Gutiérrez Gili, Pedro Raida y eventualmente Eugenio Montes que después había de ser un gran escritor en prosa.
Como movimiento madrileño tiene su sede en un Café, el Café Colonial, y le apoyan las revistas ultraístas “Cervantes”, “Ultra”, “Tableros”, “Reflector” y “Horizonte”, desde donde lanzan sus lemas enfáticos: “Los ultraístas hemos descubierto la cuadratura del círculo” o “El ultra puede aplicarse como un mote a todos los ismos rezagados”.
“El Ultraísmo por el momento —escribe también por aquel entonces su creador Guillermo de Torre— no marca una hermética escuela sectaria ni una dirección estrictamente unilateral, como otros movimientos de vanguardia. Por el contrario, aspira a condensar en su haz genérico una pluralidad de direcciones entrecruzadas. De ahí que el “Ultra” se nos presente como el vértice de fusión potente adonde afluyen todas las pugnaces tendencias estéticas mundiales de vanguardia, que hoy disparan sus intenciones innovadoras más allá de los territorios mentalmente capturados.
Pues uno de nuestros objetivos esenciales, en el espacio y en el tiempo, es llenar esa laguna de distanciación que siempre ha aislado a España haciéndola marchar en sus últimas evoluciones literarias extemporáneamente y a la zaga del movimiento mundial. ¿Qué ha sido toda la época modernista, en suma, sino un reflejo retardado del simbolismo francés finisecular? Mas con la aparición de los ultraístas termina tal estado de cosas. De ahí que tendiendo a nivelarnos sincrónica y espacialmente —y desafiando el reproche de los que como máximo argumento gustan de acusarle a uno de “extranjerizado” — algunos ultraístas diésemos cabida, repercusión y exégesis a las más características tendencias extranjeras de vanguardia. Por vez primera, ante muecas de asombro y envidia, al Ultraísmo ponía su reloj con el meridiano literario de Europa y los jóvenes acelerados, impacientes, “nunistas”, aspiraban a vivir al día, a la hora, al minuto.”
Jorge Luis Borges también aclaró la doctrina con estas palabras: “Reducción de la lírica a su elemento primordial: la metáfora. Tachadura de las frases medianeras, los nexos y los adjetivos inútiles. Abolición de los trabajos ornamentales, el confesionalismo, las prédicas y la nebulosidad rebuscada. Síntesis de dos o más imágenes en una, que ensancha así su facultad de sugerencia. Los poemas ultraístas constan, pues, de una serie de metáforas cada una de las cuales tiene sugestividad propia y compendia una visión inédita de algún fragmento de la vida”. Como libro facsímil del movimiento aparece el tomo de poesías “ultraísta” de Guillermo de Torre titulado Hélices.
En un tono lírico lleno de “velívolos velivolantes” y de cuyo valor puede dar idea el poema titulado “Atmósfera”: “Nubes gimnásticas / sobre el trapecio atmosférico. / En las arterias pleonéxicas / fluyen los glóbulos fabriles. / Estampa del siglo XX. / Absorto ante un facistol / yo admiro el lirismo del voltámetro. / Focos. Impulsos. / La pleamar multitudinaria / abraza con sus tentáculos/la vida sádica./En la fonda de las dinamos / se forjan los espasmos / hiperespaciales. / En las avenidas ultiformes / aflora la rosa tentacular. / Con la brújula del sol en mi mano / descubro trayectorias inmaculadas. / Eva porvenirista / formada de copos atmosféricos. / Y del horizonte dinámico / cae la forma plenisolar.”
Para dar mayor idea de la poesía ultraísta eligiremos cuatro poesías de otros de sus poetas. De Eugenio Montes son las dos siguientes: “El día redondo se esconde en mi bolsillo”: “El día redondo se esconde en mi bolsillo. / Ningún arpista pulsa la lluvia. / Los recuerdos que caen de los árboles / y las horas ahorcadas trémulas en el aire”, y “Cabaret”: “El peine trenza los violines. / Para jugar al foot-ball / los bailarines buscan la pelota / que nunca lanzarán. / Linternas sordas / se ocultan en los zapatos charolados. / Las risas taladran el aire.”
De Pedro Garfias es la poesía “Mar”: “Todos los pueblos / volando sobre el mar / volando sobre el mar encadenado / menos tú pueblo mío / bajo mi frente anclado. / Las banderas del viento cantan sobre las olas. / Y de los hombros de los horizontes / cuelgan mantos de espuma. / Mar. / El mar es una estrella / la estrella de las mil puntas.”
De Isaac Del Vando Villar es “Columpios”: “La niña alargaba sus pies / para tocar con ellos las estrellas / pero su cabecita se encogía/ para no tropezar con el arco iris. / ¡Hay un momento en que la niña / se ha detenido en el espacio / para besar a Venus! / ¿Qué mano misteriosa bambolea / los columpios colgantes de los niños? / Allá, lejos, la tarde / se está vistiendo de etiqueta / para el gran cotillón de la noche.”
De José Rivas Panedas el poema “Extraño”: “He de estar solo, así, y llorar / por siempre como un niño perdido, / ciego, atónito y herido, herido… / Cansado de mirar, de vibrar… / Vibraré por siempre. sin hallar / un eco dulce, y habré vivido / para sembrar un desconocido / grano divino con mi cantar. / Extraño…extraño… soy un extraño… / donde pongo amor sólo hallo daño / soy un particular que danza / en un rayo de sol condolido / con esa cruelísima esperanza / que nos da la conciencia de la vida. / Extraño… extraño… soy un extraño… / Donde pongo amor sólo hallo daño.”
El nuevo artilugio artístico-literario era ya una cosa esparcida y despapillada, un eco de revistas y comentarios cuando, sin darse cuenta de que no hay retraso posible en la originalidad, iniciaron la bifurcación ultraísta. España no se conmovió ni poco ni mucho y les miró con sus grandes ojos negros. Vino la confusión de “ultraísmo” con “altruismo”, y como ironía estaba viviente el diario más ultramontano de España que se llamaba paradójicamente “El Siglo Futuro”.
Guillermo de Torre para purificar el movimiento lanza en 1920 su Manifiesto Ultraísta vertical pero en ese momento se cruza y se entrevera con el “Ultraísmo” el “Creacionismo”, derivación del poeta chileno Vicente Huidobro —y cuya paternidad recababa en París Paul Reverdy— y que merece la bendición de Cansinos Assens y la compañía de Juan Larrea y de Gerardo de Diego, que ha dicho: “La influencia personal de Huidobro fue interesante en los primeros momentos del “Ultraísmo”. La gran discusión del “Creacionismo” fue la que suscitó el propio Reverdy no conformándose con que la palabra innovadora perteneciese a Huidobro.
Sin embargo se amansan las cosas porque Huidobro es mecenas de Reverdy y el mismo Guillermo de Torre había dicho de él en 1920: “Los módulos creacionistas de Ecuatorial y Poemas Árticos vencieron al senecto rubenianismo y hoy se ramifican entre los más jóvenes y conscientes poetas, dibujando una estela interesantísima.” “La poesía — dice Huidobro en el bautismo de su “creacionismo”— es el lenguaje de la creación. Por eso sólo los que llevan el recuerdo de aquel tiempo, sólo los que no han olvidado los vagidos del parto universal, ni los acentos del mundo en su formación, son poetas.”
“El poema creacionista — declara en otra pastoral— se compone de imágenes creadas, de situaciones creadas, de conceptos creados; no escatima ningún elemento de poesía tradicional, sólo que, aquí, esos elementos son todos inventados sin ninguna preocupación por lo real o por la verdad anterior al acto de realización. No hay poema si no hay lo inhabitual. El poeta consiste en tener tal dosis de humanidad especial, que confiere a todo lo que pasa a través de su organismo una electricidad atómica profunda, un calor jamás dado por otros a esas mismas palabras, un calor que hace que las palabras cambien de dimensión y de color”
Pero en donde se sintetiza mejor la doctrina poética de Huidobro es en su poesía titulada “Arte Poética”: “Que el verso sea como una llave / que abra mil puertas. / Una hoja cae; algo pasa volando; / cuanto miren los ojos, creado sea, / y el alma del oyente quede temblando. / Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; / el adjetivo, cuando no da vida, mata. / Estamos en el cielo de los versos, / el músculo cuelga, / como recuerdo, en los museos; / mas no por eso tenemos menos fuerza; / el vigor verdadero / reside en la cabeza. / ¿Por qué cantáis la rosa, oh poetas? / ¡Hacedla florecer en el poema! / Sólo para vosotros / viven todas las cosas bajo el sol. / El poeta es un pequeño Dios.”
Como módulo del gran poeta chileno vaya otro poema del libro que según Huidobro fue anterior al “Ultraísmo” español y al “Creacionismo” francés, titulado “El Espejo de Agua”: “Mi espejo, corriente por las noches / se hace arroyo y se aleja de mi cuarto. / Mi espejo, más profundo que el orbe, / donde todos los cisnes se ahogaron. / Es un estanque verde en la muralla / y en medio duerme tu desnudez anclada. / Sobre sus colas, bajo cielos sonámbulos / mis ensueños se alejan como barcos. / De pie en la popa siempre me veréis cantando / una rosa secreta se hincha en mi pecho / y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo.” Son dos pájaros que se matan en el cielo de la tarde —de aquella tarde— y los dos caen en tierra mal heridos hasta que poco a poco van reponiéndose por su cuenta ya olvidada la historia literaria de aquella lucha.
Frente a la inmodesta presunción creacionista de “Crear un poema como la naturaleza crea un árbol”, el fondo del “Ultraísmo” es más prudente pues, como ha dicho su iniciador Guillermo de Torre, “el Ultraísmo ha tendido preliminarmente a la reintegración lírica, a la rehabilitación genuina del poema, esto es, a la captura de sus más puros e imperecederos elementos — la imagen, la metáfora — y a la supresión de sus cualidades ajenas y parasitarias: la anécdota, el tema narrativo, la efusión erótica”.
El “Ultraísmo” dura cuatro años, desperdigados sus componentes y dando lugar a una novela de Cansinos Assens titulada El Movimiento U. V. en que considera al “Ultraísmo” como un producto de los hijos de los notarios. En América —sobre todo en la Argentina — prendió también el polen ultraísta, que voló sobre el mar, en las revistas del grupo y los epígonos dé ese “ismo” en Buenos Aires son Jorge Luis Borges y el oriundo santanderino González Lanuza, que después se dedican a su propia poesía. Con ellos formaron el grupo “ultraísta” Francisco Piñero, Macedonio Fernández, Guillermo Juan, Norah Lange y Roberto Ortelli.
Esta es la historia del “Ultraísmo”, movimiento pintoresco y efímero al que canta su último responso Guillermo de Torre con estas palabras: “El “Ultraísmo” ha cumplido el papel que él mismo se había asignado: marca una ruptura neta con los maestros y las momias del 1900, restaura nuevos módulos líricos y en suma provoca una nueva etapa de renacimiento literario. La formación del grupo colectivo tuvo ese solo objeto. Y una vez realizado en cuatro años, de 1919 a 1922 a través de múltiples experimentos en nuestras revistas literarias y en nuestras veladas estridentes, el grupo ultraísta ha dejado de existir como tal.”
así acabó “La Compañía Anónima del Ultra” salvándose Guillermo de Torre que ha quedado como una patilla de la historia literaria de aquellos años, así como Huidobro es la otra patilla.
Ramón Gómez de la Serna