El Fabricante de Barómetros en la Isla Encantada, Ferdinand Raimund

[Der Barometer- macher auf der Zauberinsel]. Es el primer drama fabuloso («Márchendrama») escrito por el poeta y dramaturgo austríaco Ferdinand Raimund (1790-1836), representado en 1823. El hada Rosalinda envía cada cien años, por medio de la ninfa Lida, tres dones a un mortal cualquiera; esta vez, la fortuna le toca a un fabricante de barómetros, Quecksilber, que, obligado a salir de Viena por encontrarse al borde de la quiebra, ha sido víctima de un naufragio y se halla en una isla desierta. El hada, le escoge por su carácter modesto e idílico. Los tres dones son: una varita que convierte en oro todo cuanto toca, un cuerno que en cuanto suena hace aparecer un ejército de soldados, y una banda que tiene el poder de que quien la lleve pueda volar de un lugar a otro.

Quecksilber llega así, cargado de oro, a una isla encantada, donde hay un rey sabio y filósofo, cuya hija única, Zoraida, es capri­chosa, vanidosa y llena de humos intelec­tuales. El buen fabricante de barómetros es presa de la fascinación de esta sirena, que llega a quitarle los tres dones y, tras correr el peligro de dar con sus huesos en la cárcel, logra huir cansado y hambriento. Llegado a una comarca desierta, ve una hi­guera, come un higo, ignorando que estos frutos tienen la propiedad de hacer crecer desmesuradamente la nariz. Zadi, el feroz misántropo, que vive en esta región y mata a cuantos encuentra, viendo a Quecksilber no puede aguantar la risa, y no sólo le deja tranquilo, sino que le da un agua maravi­llosa que hace volver la nariz a su estado primitivo. Entretanto, llega Linda, esclava de Zoraida, que se había enamorado de Quecksilber. Éste tiene la buena idea de recoger muchos higos en un canasto y de llevarlos a la corte; todos los comen y se desesperan cuando se dan cuenta de la monstruosa transformación de su rostro.

Quecksilber, disfrazado, se hace pasar en­tonces por un gran médico y cura a todos con su agua maravillosa, a todos excepto a la princesa; a ésta, le obliga a restituir los objetos robados y la deja con su larga nariz, huyendo con Linda. Las fuentes de esta fábula dramática son: la fiesta popular de Fortunato (v.) y la fábula de Grimm «La nariz larga» [«Die lange Nase»].’Raimund sigue en su reconstrucción teatral la vieja técnica del «Volksstück» vienés — no sin influencias de Carlo Gozzi—, pero animándola con la melancólica concepción de la vida que caracteriza a sus fábulas. Quecksilber es una especie de loco qué desarma a todo y a todos, incluso al im­placable misántropo, con su burda simpli­cidad y su buen humor, y alcanza la feli­cidad, precisamente porque no la busca con avidez.

G. Fornelli