Por su excelencia artística y por la gran antigüedad de su conjunto (aun teniendo en cuenta ciertas reelaboraciones e interpolaciones posteriores), el Diwan (o cancionero) del poeta árabe preislámico Imrulqais (s. VI d. de C.) es considerado con justicia como la obra ejemplar de la poesía árabe en su más antigua fase, enteramente beduina y pagana.
En la forma en que ha llegado a nosotros, consta de cierto número de «qasldas» o poesías largas, y de numerosos fragmentos, seguramente tomados de composiciones mayores, que sin duda desde el origen tuvieron en parte esa forma. Se destaca entre las largas qasldas la que forma parte del grupo de las Muallaqát (v.), célebre por la descripción del corcel, de la caza, de la tempestad; junto a éste, los demás poemitas se refieren casi todos a temas propios de la poesía preislámica: vida de aventuras en el desierto, amor sensual y a veces no exento de ternura, observación analítica de la naturaleza, sentimiento del honor, de la gloria y de la venganza. Todos estos motivos, que terminarán siendo lugares comunes de la literatura posterior, están tratados por Imrulqais con tal frescura y tal vigor, que dejan ver un temperamento profundamente pasional, en armonía con todo lo que la tradición biográfica semilegendaria nos cuenta sobre su vida.
Seguramente, varios elementos de esta tradición no son otra cosa que embellecimientos o aclaraciones de datos en sí oscuros del Díwan; las líneas fundamentales de esta leyenda (la vida vagabunda de Imrulqais como príncipe desposeído, tratando de vengar a su padre muerto y de reconquistar sus derechos) están confirmadas por noticias que quedan de otros poetas contemporáneos, y ellas ofrecieron de seguro una base real para su inspiración.
Se eleva así, entre la historia, la leyenda y la poesía, la potente figura del rey de los poetas preislámicos, al que según una afirmación atribuida a Mahoma, éste elige como guía en su viaje al infierno, y que a nosotros, aparte de todo escrúpulo moral y religioso influido por el juicio del profeta, se nos aparece como un poeta de capacidad artística excepcional, de aguda sensibilidad, de viril pathos, que todavía hoy nos habla de sus inciertas reliquias. Trad. latina (parcial), de M. G. de Slane (París, 1937); alemana de F. Rückert (Stuttgart, 1843; 2.a ed. de H. Kreyenberg, Hannover, 1924).
F. Gabrieli