Fábula idílico-alegórica de Giovanni Boccaccio (1313-1375) conocida también con el nombre de Commedia delle ninfe fiorentine o Ninfale d’Ameto. Compuesta con toda probabilidad entre 1341 y 1342, la obra está en prosa con fragmentos líricos en «terza rima» intercalados de conformidad con los modelos medievales, como la Vida Nueva (v.) de Dante, las Bodas de Mercurio con la Filología (v.) de Capella y las Lamentaciones de la Naturaleza (v.) de Alain de Lille. Concepto informador de la alegoría, que desde el «stil nuovo» había de cundir sobremanera en la poesía italiana, es el rescate del alma humana — por obra del amor — de la rudeza y de la ignorancia, hacia la humanidad y la sabiduría, hasta su última sublimación en el conocimiento y comprensión del misterio de Dios. Pero este concepto según el modelo clásico es proyectado en un fino cuadro agreste con una franca mezcla de temas y nombres paganos, y de símbolos cristianos. Ameto, joven y rústico pastor dedicado sólo a la caza, después de haber sorprendido un día a unas ninfas en el baño, se enamora de una de ellas, Lía, a la que osa por fin descubrir su amor. Nuevos y dulces sentimientos se abren camino en su rústico corazón y poco a poco cambia su género de vida. El día de la fiesta de Venus, Ameto, con tres pastores más, escucha por turno de las siete bocas de sendas ninfas (las tres virtudes teologales y las cuatro cardinales) la alegre historia de sus amores: y así tenemos siete novelas de almas alegremente sensuales y galantes. Se reanuda aquí el tema novelesco del Filócolo (v.), mientras se vuelve a preludiar el Decameron (v.). Terminados los relatos, desciende del cielo una gran luz, y se oye la voz de la diosa Venus (símbolo de Dios) que exhorta a las ninfas a aclarar los ojos nublados de Ameto de manera que pueda elevarse a la visión de Dios.
Ameto es despojado de sus rústicas ropas, sumergido como lo fue Dante en el Paraíso terrestre, en un baño sagrado, y luego revestido de nuevas ropas. Su corazón arde de nuevo amor, sus ojos quedan limpios de toda niebla (ignorancia), y sólo entonces el rústico pastor se siente verdaderamente «convertido de animal bruto en hombre» [«da anímale bruto uomo divenuto»]. El valor principal de Ameto es una frescura exuberante y feliz que flota en el marco del idilio y se prolonga en las siete novelas de amor y en la agreste dulzura de ciertas cantatas; felicidad que redime en gran parte la exuberancia pomposa de los elementos literarios y deja en segundo término el diverso juego de los símbolos, no todos fáciles de interpretar con precisión y en los cuales también son transcritos diversos elementos autobiográficos. La Edad Media se reconoce en su aparato simbólico; la substancia más nueva está toda en la letra del texto, en la gracia hábilmente rústica, en los temas festivamente galantes, en aquella naturaleza recompuesta y estilizada, por medio de la memoria literaria, pero muy fresca y reposante. En Ameto la égloga docta rígidamente escolástica de la Edad Media reflorece, al primer calorcillo primaveral del naturalismo del Renacimiento.
D. Mattalía
Aquí la Mitología no es un elemento que vague fuera de su lugar en un mundo que no es el suyo, sino que constituye todo el mundo. (De Sanctis)