Pedro, personaje desarraigado, necesita cierto tipo de ratones para proseguir sus investigaciones sobre el cáncer, Amador, mozo de laboratorio, le conduce a una chabola donde el Muecas, que vive con su esposa y dos hijas, los cría. Pedro queda impresionado por la pobreza del suburbio y la miseria de sus habitantes.
Ese ambiente contrasta con el de clase media representado por el mundo de su patrona, empeñada en casarle con su nieta Dorita, pero mucho más con el de su amigo Matías, miembro de la alta burguesía, que le introduce en los salones literarios y con quien comparte sus salidas nocturnas y estancias en sórdidos prostíbulos. El Muecas buscará a Pedro para que éste intente salvar la vida de su hija Florita, que posiblemente embarazada de su padre, ha sido sometida a un aborto provocado.
Pedro la verá morir sin llegar a intervenir, pero será involucrado en el aborto. Perseguido por la policía acabará siendo detenido. Probada su inocencia saldrá en libertad, pero debido al escándalo pierde su trabajo de investigador. Cartucho, maleante enamorado de Florita, cree que Pedro es el responsable de su muerte. Es por eso que asesinará a Dorita, con quien Pedro ha acabado comprometiéndose. La importancia del relato no reside en la novedad del asunto novelesco, sino en el tratamiento formal y la intencionalidad crítica.