Comedia de Jacinto Benavente (1866-1954), representada y publicada en 1905. Isabel ha visto marchitarse su juventud esperando la felicidad, y ahora, mujer de Gonzalo, viudo cuando casó con ella, sufre con resignada amargura la infidelidad del maduro don Juan.
Su propia pena, además del afecto, la hace inclinarse, maternal y llena de femenil comprensión, sobre el dolor de su hijastra María Antonia, la cual, casada después de haber renunciado a su verdadero amor, no puede resignarse a las traiciones de su marido. En vano Isabel llama a Gonzalo al cumplimiento de sus deberes de padre presentándole los peligros de la situación: Gonzalo no se preocupa por ello, antes excusa a su yerno, hallando así al mismo tiempo una atenuante para su conducta. Pero cuando María Antonia, exasperada, se compromete escribiendo a un joven una carta en que deja transparentarse una íntima turbación, el padre se erige, junto con el marido, en severo acusador. Pero Isabel, que adivina el estado de ánimo de su hijastra y está segura de su inocencia, la defiende y se declara dispuesta a seguirla si el padre la fecha de su casa, como amenaza con hacerlo.
Gonzalo comprende entonces su injusticia; iluminado por la actitud de su esposa, acaba por revelarle toda su estimación y afecto, e Isabel, feliz, mientras coge estas rosas de otoño, incita a sus hijos a perdonarse y amarse. La comedia es una de las mejores del fecundo autor español, ya por la elegancia de su juego escénico, ya por la estricta firmeza de los caracteres que delinean su humanidad con tonos apagados y aguda finura de pormenores psicológicos, sin artificios. Los episodios secundarios se insertan en el drama con necesidad estructural. Benavente es premio Nobel de Literatura (1922).
C. Capasso