[Rosa fresca aulentissima…]. Así comienza el «debate» de Cielo d’Alcamo, poeta probablemente siciliano, de la primera mitad del siglo XIII; según algunos críticos se trata, por el contrario, de un napolitano. Este debate es una de las más antiguas composiciones en lengua vulgar italiana, y aunque se carece de noticias sobre la fecha de su composición, ha de colocarse entre 1231 y 1250, como puede deducirse de la alusión contenida en la poesía a los «agostari», moneda acuñada en 1231 y a la ley de la «defensa» comprendida en las «constituciones» dadas por Federico II en Melfi en 1231.
El debate no es un documento de la antigua poesía popular, sino muy probablemente la obra de un juglar no privado de cierta cultura y que tuvo conocimiento del lenguaje de la poesía cortés, como se ve claramente en los versos compuestos al -modo popular pero con las formas imaginativas y galantes del lenguaje áulico. La poesía desarrolla, en 32 estrofas, un diálogo, es decir, una disputa completa entre «Amante» y «Madonna», de aire briosamente rápido, en un continuo sucederse de ruegos y desdenes, de réplicas y contrarréplicas, en un tono tan fuertemente vivo, que algún crítico ha formulado la hipótesis de que esta poesía es un verdadero mimo juglaresco destinado a la representación. Pero el diálogo no tiene nada de dramático, todo se resuelve en notas de color verbal y en el gusto extemporáneo por los recursos retóricos.
El amante es, por otra parte, un hombre seguro de sí, y cuenta por anticipado con el éxito de su amoroso e implacable asedio: ora galante o apasionado, florido en su lenguaje; ora impertinente y atrevido, golpea insistentemente la roca de la resistencia adversaria obligándola por fin a capitular. La sabrosa y pronta correspondencia verbal entre súplicas y desprecios, entre réplica y contrarréplica acompaña a la vez que descubre la progresión psicológica del diálogo, que desde la cantada y hechicera galantería de la rosa — «rosa fresca aulentissima, c’appar’ inver la staté / le donne ti disiano, pulzelle e maritate / trami d’este focora se t’este a bolontate» — se atreve en las últimas estrofas con expresiones más o menos metafóricas de sensual y descubierto ardor, para concluir con una nota no muy delicada puesta precisamente en labios de la dama: «meo sire, poi iurastimi, eo tutta quanta incenno / sono a la tua presenza, da voi non mi difenno. / S’eo minespressa áioti, merzé, a voi m’arrenno. / A lo letto ne gimo a la bon’ura / che chissá cosa n’é data in ventura…». Este «debate», uno de los temas dudosos y atormentados de la historia de la antigua literatura italiana, debió gozar de cierta notoriedad en el siglo XIII, porque Dante, en Vulgar Elocuencia (v.), cita el tercer verso como ejemplo de la lengua vulgar siciliana.
D. Matallía
Es de una riqueza y gentileza de conceptos de -forma todavía tosca, ineducada. (De Sanctis)