Conjunto de poesías y prosas del autor español Gabriel Bocángel y Unzueta (16089-1658?), y cuyo título completo es: Rimas y prosas junto con fábula de Leandro y Hero (Madrid, 1627).
Su obra literaria ha sido reeditada modernamente por Rafael Benítez Claros: Obras de don Gabriel Bocángel y Unzueta (2 vols., Madrid, 1946). Aunque Bocángel ha sido clasificado entre los seguidores de Góngora, su obra participa por igual de la influencia gongorina y quevedesca. Lo que realmente tiene importancia de este libro es la fábula de Hero y Leandro, que subtitula «poema heroico» y está dedicado a don Juan de Jáuregui. Es éste el fruto de la juventud del poeta, como lo atestigua el maestro José de Valdivielso al afirmar que es digna de admiración «en tan escasa edad fertilidad tan florida de voces, tropos, locuciones y pensamientos». El poema forma parte del conjunto de obras mitológicas que abundan en la literatura española del Siglo de Oro y merece situarse entre los mejores. Interesante, desde el punto de vista de las actitudes literarias, es la dedicatoria de Bocángel a don Juan de Jáuregui, y todavía más las palabras del mismo poeta: «Nadie confunda lo culto con lo escuro, que lo escuro no es culto, sino inculto, y lo claro está sujeto igualmente a ser malo si no es grande, ni puede ser bueno sólo porque es claro» y como autoridad de lo que dice se remite a las palabras del Discurso poético (v.) de Jáuregui.
La actitud literaria de Bocángel es, por tanto, muy semejante a la de su amigo Jáuregui (v. Orfeo), y es indudable que éste ejerció notable influencia sobre el poeta de Rimas y prosas, como acertadamente han señalado Gerardo Diego — en su famosa Antología poética en honor de Góngora — y José M.a de Cossío. De la misma manera, la Fábula de Leandro y Hero acusa una evidente influencia del Orfeo de su amigo, y ambas obras tienen como fuente común indiscutible a Góngora. Bocángel en la Fábula, como ya lo hizo Boscán, sigue la pauta del poemita de Museo, si bien con cierta libertad, sobre todo por lo que a la técnica literaria se refiere. Dejando aparte la invocación a Melpómene y las estancias de dedicatoria a Jáuregui, tampoco se encuentra en el poema griego la descripción del templo de Venus donde se conocen y prometen los amantes, la descripción de las fábulas mitológicas representadas en el templo — episodio imitado del conde de Villamediana —, la intervención en la fiesta religiosa de Hero como sacerdotisa, etc. Los momentos mejores del poema los constituyen el viaje de Leandro, los agüeros durante la primera noche de amor, etc.
A la Fábula de Leandro y Hero siguen, en el libro, un conjunto de sonetos, algunos de tema mitológico, otros dedicados a damas, Lisi (a quien canta en vida, durante su enfermedad y en la muerte), Finea, Celia, etc., otros de carácter amoroso; abundan también los de tipo laudatorio. Los de carácter amoroso desarrollan la típica problemática — mal de amor, ausencias, celos, crueldad de la dama, etc. — conforme a la más fiel tradición de la poesía castellana. Todos estos poemas, según declara el autor en el soneto introductorio, «Hablando el autor con sus escritos», «ocios son de un afán, que yo escribía / en ruda edad con destemplada avena». A los sonetos siguen epístolas, elegías, églogas, romances (escritos a imitación de los de Góngora), canciones, décimas, epigramas, madrigales, versos sacros, etc. Cierran el libro tres prosas: la primera sobre la lisonja, la segunda es una epístola a un amigo, y la tercera versa sobre el amante cortesano, las tres de gran interés y llenas de alusiones literarias y religiosas.