[Rime nuove]. Libro de poemas de Giosue Carducci (1835-1907). Constituye la más extensa y variada colección de poesías carduccianas, y en el volumen completo de las Poesías aparece entre el Intermezzo (v.) y las Odas bárbaras (v.). En ellas Carducci recoge los más diversos frutos de su actividad poética entre 1861 y 1887.
El criterio seguido por el poeta en la recopilación es psicológico a la vez que poético: las Rimas nuevas se diferencian netamente de los Yambos y Épodos (v.) por su atmósfera liricopsicológica, propia de una madurez robusta aunque ya pacificada y serena; de las Odas bárbaras, además del metro y la variedad de temas y actitudes, por la ausencia del orgullo en la suprema afirmación poética humanística y cultural que caracteriza las Odas bárbaras. Ello no quiere decir que haya desaparecido todo residuo polémico; pero falta el arrebato yámbico, el rugido se ha hecho voz de poesía plena y fuerte, bella y serena; en el artista se siente el poeta, y en el poeta el hombre, en paz con los demás y con el mundo de la naturaleza y del sentimiento, inclinado a escuchar la voz temblorosa del «vil músculo» y los recuerdos tristes y nostálgicos de su infancia romántica y de su juventud (Ante San Guido, v., «Recuerdos de la escuela», «Nostalgia», etc.).
Resulta de ahí un clima formado de intimidad romántica, que es la verdadera novedad de estas poesías que Carducci llamó «rimas nuevas». Pero la conciliación psicológica del «Canto del amor» que cierra los Yambos y Épodos no es sino el signo de una más amplia conciliación poeticoliteraria con el mundo de la poesía romántica, a la vez que decadentista, cuyos temas cantó a su modo Carducci con arrogancia, libertad y complacencia de virtuoso. De ahí nacieron «Anacreóntica romántica», «Desesperada», «Brindis fúnebre», «En Carnia» y la famosísima «Leyenda de Teodorico», las traducciones de varias baladas de Heine, Goethe, Uhland y de algunas españolas y francesas antiguas; modelos de perfecta compenetración lírica con el texto original. El gusto y la actitud son netamente románticos, pero en todas estas poesías vibra el poeta humanista, decidido y seguro de sí mismo, dueño de una técnica, de una ductilidad y de una nitidez admirables, suaves y nerviosas, capaces de ajustarse originalmente a los te- más más diversos. Y siempre en la órbita del gusto romántico, Carducci en la Querella Comunal (v.) y en el Comune rustico se convierte en cantor evocador de la cultura comunal, desatando su pasión y exaltación en una representación fantástica; para ello resuelve la tumultuosa levadura de la ideología revolucionaria y jacobina de los Yambos y Épodos en la épica apasionada de. los doce sonetos del Ca ira (v.).
En el terreno de la poesía íntima, el momento más alto lo alcanza con el admirable «Antiguo llanto», en el que la trágica imposibilidad de un consuelo y de una purificación del dolor (por la muerte de su único hijo) está lograda con la sencillez de una forma delicada como el tallo de una flor: «El árbol hacia el que tendía / la mano infantil, / el verde granado / con las bellas flores bermejas», etc.; el fruto más elevado, más difícil y más intensamente humano concedido al orgullo del poeta humanista. En un plano netamente opuesto se sitúa la delectación humanisticoparnasiana de las tres «Primaveras helénicas», las cuales, salvo en su métrica, se hallan ya en el ambiente de las odas bárbaras. Las Rimas nuevas se cierran con la «Despedida» [«Congedo»], síntesis de la idea carducciana de la poesía: el poeta es comparado a un robusto artesano que trabaja en su fragua y que, tras haber arrojado al fuego los elementos del «amor y del pensamiento», los recuerdos y las glorias de los suyos, sacando de ellos espadas para la libertad, coronas de victoria para la gloria y diademas para la belleza: «por sí mismo el pobre obrero / construye un hacha / de oro, y la lanza contra el sol: / mira cómo asciende hacia la altura / y cómo resplandece, / mira y no quiere gozar más». Y ésta es, precisamente, la poesía serenamente apolínea y desinteresada de las Odas bárbaras.
D. Mattalía
En sus versos sentimos el amplio aliento de su pecho poderoso, que se eleva del mundo práctico y nos transporta al mundo ideal, allí donde (como él lo escribió en una carta) «en un instante se abraza y se soporta el universo». (B. Croce)