[Rime dei memoriali bolognesi]. Son aquellas rimas — baladas, cantinelas, debates y sirventés — de los siglos XIII y XIV, anónimas y de acento popular que, mezcladas con otras de autores conocidos, fueron transcritas esporádicamente por los notarios de Bolonia entre asiento y asiento de los memoriales del archivo, según una ordenación que data de 1265.
Los citados notarios las transcribieron de memoria, ya «para engañar el aburrimiento», como pensó Carducci, que por primera vez dio a la luz y anotó dichas rimas, o, como se supone hoy día, para llenar los espacios en blanco e impedir añadiduras ilegales; y ciertamente dicha recopilación es uno de los florilegios más sugestivos de la antigua lírica italiana, por la suavidad imaginativa y musical de algunas de ellas, o la gracia ruda y festivamente plebeya de otras, o el transporte netamente sensual y apasionado de otras; en fin, porque todas sin excepción, conservadas en aquellos «libracos membranáceos y voluminosos», traen hasta nosotros, vivo, lozano y eterno, el eco de una vida remota y sentimental y de una extendida moda literaria.
Son graciosas entre tales poesías la breve cantinela que empieza «Madonna, per vui canto / de fina volutate / ché la vostra beltate / lu mi comanda: Canta»; la balada interrumpida «Partite, amore: a deo», que se enlaza con el motivo del «alba» provenzal; el diálogo entre una madre y su hija que quiere marido y lo proclama con un grito de impaciente y ardiente sensualismo; de una jocosidad grosera es la balada dramaticonarrativa «Pur bii del vin, comadre, e no lo temperare» («evidentemente — dice Carducci — una antigua canción de taberna y bebedores»); de un realismo vivamente crudo de imitación juglaresca es la disputa entre dos cuñadas que al principio se insultan y luego se ponen de acuerdo para engañar a sus maridos y divertirse («Oi bona gente, oditi et entenditi / la vita che fa questa mia cognata»). E
s, por el contrario, delicadísima, una balada, la más célebre de los memoriales: la del ruiseñor huido de la jaula en un bosque, mientras un niño lo llora: «For de la bella caiba fuge lo lusignolo», «uno de aquellos vuelos del sentimiento tan corrientes en la poesía popular» (sigue siendo Carducci quien admira) : balada que hay que imaginar quizá cantada por un solista y un coro sobre figuras de danza.
F. Antonicelli