Entre los poetas del primer movimiento de poesía italiana llamado escuela siciliana, Giacomo da Lentino (primera mitad del siglo XIII), llamado también por antonomasia «el Notario», fue el de más extensa fama y el que nos ha dejado una mis abundante producción; en conjunto se le atribuyen unos cuarenta sonetos y canciones.
Dante lo reconoce como poeta representativo de la vieja escuela en el canto XXIV del «Purgatorio», por boca de Bonagiunta Orbicciani, cuando éste habla del «nudo» que retiene a él, a Guittone y al «Notario» del lado de acá del «dolce stil novo». Giacomo da Lentino fue también, según nos consta, el primero en tratar el soneto, forma métrica afortunadísima dentro de la poesía italiana y de la que él es el presunto inventor. La fama de «el Notario» para Dante reside probablemente en aquel rasgo de su poesía que para los críticos constituye su mayor defecto: la artificiosa complicación reflexiva y analítica de su estilo, en el que hay que reconocer, sin embargo, una alta ambición de arte y el propósito de un sutil refinamiento teórico y psicológico de los viejos temas, en una palabra, de salir de los esquemas de escuela. En este sentido, la poesía de «el Notario» da el primer impulso a aquella evolución de la doctrina de amor que encontrará cumplimiento en la lírica de Cavalcanti y de Dante. Es típico también el tema de la inefabilidad, o sea, de la insuficiencia de la palabra para expresar el sentimiento amoroso, tema que reaparecerá en la poesía de amor de Dante: «Lo meo namoramento / non po pariré in detto: / cusí com’eo lo sentó / core nol penzeria né diria lingua…»
Al gusto del alambicamiento teórico corresponde muy a menudo la técnica alambicada de la palabra. Pero «el Notario» sabe encontrar también formas más libres y suaves, como en el final de la canción «Maravillosamente» [ «Meravigliosamente» ]; en el conocido soneto «He decidido en mi corazón servir a Dios» [«lo m’agio posto in core a Dio servire»], bordado sobre un caprichoso hallazgo algo herético, puesto que afirma que sin su amada no desea ir al cielo: «Sanza mia donna non vi vorria gire / quella c’á blonda testa e claro viso, / ché sanza lei non porzeria gaudire». Teórico autorizado y escuchado en las cuestiones sobre la naturaleza del amor, «el Notario» intervino en el debate que tuvo efecto entre Iacopo Mostacci y Pier della Vigna, escribiendo un soneto, el más famoso, «Amor es un deseo que viene del corazón» [«Amore é un disio che ven dal core»], en el que queda perfilado con nitidez y soltura el proceso de idealización fantástica del que nace el amor, conciliando la tesis de su origen sensible con la de su naturaleza espiritual: el primer origen del amor está en los ojos, el medio sensible con el que el objeto externo (figura de mujer) se transmite al corazón, el cual lo «concibe» e «imagina», o sea idealiza en fantasma, deseándolo y encontrando toda su alegría en este desear.
Es sabido que esta cuestión fue muy discutida por los poetas del siglo XIII, y que sobre ella se ejercitó el gusto psicológico y teorético más fino de Cavalcanti y Dante.
D. Mattalía
No faltan ciertos movimientos de imaginación y una cierta energía de expresión… pero quedan ahogados entre comparaciones, sutilezas y frigideces, que aún resaltan más por la rudeza y descuido de la forma… No siente amor, sino que sutiliza sobre el amor. (De Sanctis)