Henry Charles Carey

Nació en Filadelfia el 15 de diciembre de 1793, murió en la misma ciudad el 13 de octubre de 1879. Al princi­pio colaboró en el negocio editorial que su padre había establecido con la ayuda de Lafayette; luego fue orientado por su propio padre al estudio de los problemas económi­cos.

Desde niño empezó a trabajar al lado de su padre en Nueva York y pocos años después le fue confiada una sucursal en Bal­timore. En 1817 se le nombra socio y más tarde director del negocio paterno, pero en 1835 se retira de él para dedicarse exclu­sivamente al estudio de los fenómenos eco­nómicos y durante aquellos años publica diversas obras que definen mejor su perso­nalidad: Essay on the Rate of Wages (1835), Harmony of Nature (1836), Principios de economía política (1837-40, v.), The Past, the Present and the Future (1848).

Sus tra­bajos le situaron en una posición preemi­nente entre los economistas americanos. Por un lado, con sus críticas a la teoría ricardiana y de la renta y con el favor otorgado al proteccionismo, destinado a favorecer el incipiente desarrollo industrial, tomó posi­ciones que chocaban con las que predomi­naban entre los economistas europeos.

Por otro lado, algunas posiciones doctrinales acogidas por estos últimos (armonía de los intereses, costo de reproducción) fueron consideradas como coincidentes con las pro­puestas por C., hasta el punto de que la cuestión de prioridad suscitó ásperas po­lémicas.

La obra ecléctica de C. refleja la huella que sobre ella ejerció la potenciali­dad expansiva de la economía americana en que se desenvolvía. En efecto, tuvo una con­fianza ciega en el porvenir, en la que se apoyaba también su sociedad proyectada hacia el futuro, y fue un convencido de que al progreso económico acompañaría tam­bién el progreso social.

Escribió además Slave Trade, Domestic ad foreign (1853), Manual of Social Science (1864), Principies of Social Science (1858-59), The Unity of Law, as exhibited in the relations of Phisical, Social, Mental and Moral Science (1872). Sus obras han sido traducidas a numerosas lenguas europeas e incluso al japonés y es el primer economista ameri­cano que alcanza fama internacional.

F. Catalano