Colección de poesías que el gran poeta florentino (1265- 1321) fue componiendo desde su juventud a los años maduros del destierro, hasta el momento en que toda su actividad creadora se recogió y concluyó en la redacción y término de la Divina Comedia (v.). Como base de esta colección se sitúan en primer lugar todas las poesías juveniles que Dante escogió y ordenó, incluyéndolas en el esquema psicológico narrativo de la Vida Nueva (v.). Se añaden seguidamente las tres canciones morales del Convivio (v.), entre las catorce ya compuestas o todavía por componer y que él se proponía comentar. Las rimas que se exceptuaron de estas dos colecciones parciales y sistemáticas nos han llegado aisladamente a través de manuscritos de antiguas poesías en vulgar. Aunque no todas, ya que resultan perdidos el sirventés en loor de las sesenta damas nobles florentinas, del cual se hace clara mención en la Vida Nueva (VI, 2), y la canción «Quitadme de la mente, Amor, el peso» [«Traggemi de- la mente Amor la stiva»], citada (II, 11, 5) en el tratado De la vulgar elocuencia (v.).
A partir de la primera compilación impresa de las rimas antiguas (Milán, 1518; Venecia, 1518; Florencia, 1527), el número de las «extravagantes» atribuidas a Dante fue aumentando progresivamente hasta que pudo disponerse de la edición crítica realizada bajo los cuidados de Michele Barbi para el texto de la Sociedad Dantesca Italiana (Las obras de Dante, Florencia, 1921). Distinguidas ahora las genuinas de aquellas otras de dudosa atribución o de las apócrifas, las Rimas, consideradas en su conjunto y en su variedad, así como en sus convergencias o disonancias de tono y de modo poéticos, constituyen un importante documento de las tentativas artísticas mediante las cuales Dante, con la inquietud de búsquedas literarias y prolongada labor de lengua y estilo, logró ganarse su propia personalidad de poeta. Autodidacto en el arte «de hablar con rimas», comienza, como todos los jóvenes, haciendo literatura; puesto que literatura, la de su tiempo y su ambiente, todavía bajo el imperio de la tradición lírica provenzalizante, siciliana y guittoniana, son los sonetos que Dante intercambia con Dante da Maiano. Los temas de asunto amoroso que le son propuestos o que él mismo se plantea (primer soneto de la Vida Nueva) los desarrolla Dante razonándolos con un lenguaje impersonal, intelectualmente sostenido, según las normas medievales del adorno retórico, entre juegos de palabras y aliteraciones o sutiles citas de rimas equívocas y preciosas. Pero ya entre las primeras poesías del «librito» apunta el poeta que, en el duro ejercicio de la composición, va afinando las formas de su técnica expresiva con un gusto cada vez más vivo, de la palabra simple y sencilla, familiar y sugestiva.
Dante recoge los motivos del amor cortesano que llegaban a él ya extremados por una vasta experiencia literaria; los distiende en las ingeniosas combinaciones métricas del soneto triple y de la estancia aislada en forma de canción; los varía con seriedad de entendimiento y sincera entrega y los va renovando, ajustándolos al tono y al ritmo del sentimiento que canta. El alejamiento del guittonismo más claro y patente brota de su intimidad y madura en un clima de juventud lírica, irreflexiva y galante. En la canción «La despiadada mente», el motivo psicológico de la lejanía, afirmado enérgicamente en la estrofa inicial, se modula después merced a un lenguaje mesurado y apagado, para desatarse en un tono discursivo, con franca soltura de modos y acentos. En el famoso soneto «Guido: querría que tú, y Lapo y yo» [«Guido, vorrei che tu e Lapo ed io» ] el tema lírico del «placer» provenzal, que vuelve a florecer con los recuerdos literarios de los romances del rey Artús, se renueva con una bella apertura fantástica que se despliega serenamente. La inspiración, que todavía no es capaz de sostenerse ampliamente, se quiebra y se puntualiza; pero el acento de una verdad vivida con alegría no tarda en afirmarse por encima del repertorio de los motivos tradicionales. Siguiendo las huellas de Cavalcanti, el primero entre sus amigos, Dante va estructurando su sentimiento y su pensamiento con movimientos estilísticos de gracia suave y delicada. La balada que titula «A una florista» es una floritura de motivos melódicos que exhalan lánguidamente su leve nota sentimental en una atmósfera de admirable ternura. La otra balada «Por piedad, Violetta, que a la sombra del amor» [«Deh, Violetta, che in ombra d’Amore»] traduce en la abandonada dulzura del estribillo la música interior de un alma enamorada que anhela por aquella belleza que en los ojos de la amada reluce como bondad incapaz de traicionarse. Motivos cortesanos que vuelve a cantar con espiritual elevación de palabra: sentimiento que se difunde y se comunica sin el peso de la pasión, armonioso y musical.
El amor, que en los corazones gentiles se convierte en principio de todo bien y de toda alegría, en «Cuanto más os hiere amor con sus dardos» [«Com piü vi fere Amor co’ suoi vincastri»] Dante lo entiende como razón poética de su vida. Optimismo fundamental que le lleva a exaltar el amor, a cuyas demandas, en los secretos coloquios con su alma, él cede y se abandona con seguridad confiada («Cabalgando anteayer por un camino» [«Cavalcando l’altr’ier per un cammino»]; «Por piedad, conversemos juntos un poco, oh Amor» [«Deh, ragioniamo insieme un poco, Amore»]). De aquí el tono de jocundidad en «Sonad rastreadores y cazadores acosad» [«Sonar bracchetti e cacciatori aizzare»], donde el placer de la caza, contrapuesto a la «belleza de corazón gentil», comienza con una visión lírica, matizada por la palabra viva y precisa, serena y contemplativa. Dante traza después poesías de apasionado fervor, en las que el amor que suscita la belleza espiritual, haciéndonos salir de nosotros mismos y casi morir, está vivido en toda su dramática realidad, con un sentimiento de angustia y de pavoroso espanto. Al lado de los sonetos «burlescos» incluidos en la Vida Nueva (XIII-XIV) se sitúan las dos canciones extravagantes, «Siento enojo contra mí» [«E’ m’incresce di me»] y «El doloroso amor» [«Lo doloroso amor»], dedicadas ambas a Beatriz, que negó el saludo a Dante. El poeta aborda nueva materia, y limitándose a las formas hiperbólicas del lenguaje afectivo, Dante actualiza el drama de su espíritu, atado fatalmente por el amor a aquella belleza que le hacía feliz. La nueva experiencia que se realiza artísticamente dentro de la órbita de las influencias de Cavalcanti, confiere mayor precisión y sustancia de verdad a la poesía musical y soñadora del puro sentimiento.
A lo largo de un análisis psicológico, que desciende en profundidad, allí donde la vida íntima, fuera del orden del amor, se disgrega y se rompe, brotan de improviso las imágenes del dolor y la muerte, en las que el poeta se contempla con fantasía alucinada y se lamenta. Dante revela un arte ya seguro de sí y capaz de más amplio aliento en el sólido ajuste de las dos canciones, en las que el pensamiento se desenvuelve y se organiza en sí mismo con vigor de estilo y coherencia de imágenes. Pero en los límites del amor-pasión, la tensión lírica va mitigándose rápidamente con notas de languidez y afligido extravío («En vuestras manos, gentil señora mía» [«Ne le man vostre, gentil donna mia»]). Dante no se conforma con el estetismo de Cavalcanti, del cual ha recogido sin embargo esquemas lógicos y módulos fantásticos. La moralidad, como libre actividad del espíritu creador, en el orden del hacer y en el orden del obrar la sitúa como principio y fundamento de su poetizar, y torna a la moralidad renovando con mayor intimidad la experiencia poética de Guinizelli. Con Mujeres que de amar tenéis entendimiento (v.) cobra más clara conciencia de sí mismo y del mundo de su inspiración. Inicia las «nuevas rimas» celebrando en Beatriz lo que la caridad angélica exalta junto a Dios: el misterio activo de un alma buena, que descendió del cielo «para obrar un milagro», vuelve a enviarse del cielo a la tierra. Sostenidas por la inspiración lírica, las palabras que alaban como don providencial la belleza de la criatura, rompen el tono llano y didáctico de la canción y crean la atmósfera de temor y sorpresa que desde ahora envolverá a la mujer amada: «Ve perfectamente toda salud» [«Vede perfettamente onne salute»], «En sus ojos lleva mi ,dama el amor» [«Negli occhi porta la mia donna Amore»] y «Tan gentil y tan honesta parece» [«Tanto gentile e tanto onesta pare»].
Aquí, el motivo poético, cerrado en un ansia reprimida de impulso admirativo y de cordial ternura, se conquista fácilmente una forma propia. Con suavidad de tono y con claridad de acentos, la poesía fluye de la superabundancia contemplativa; y es la voz de un alma que en el silencio se escucha, y que en el canto de alabanza se confiesa humildemente. «Dolce stilo novo» de Dante, que en el vértice de sus aspiraciones ha puesto aquella belleza inmaterial del ser, que le enamora y le trasciende. Temprano florecer lírico de su alma en un estado de gracia ingenua y de felicidad expresiva y su primera vocación ética en un mundo ideal de bondad y de belleza. En relación directa con Beatnz, vive y conoce realmente, y expresa un sueño solitario de pureza espiritual, que lo hace volver a las fuentes de su sentir, allí donde la sed de belleza es inseparable de la esperanza de un bien infinito. Pero el puro lirismo, que con aéreas notas se difunde en los sonetos de la «loa», no tarda en ajustarse a un ritmo de oscura angustia y a desatarse en llanto. El pensamiento de que Beatriz deberá morir un día, pesa sobre el ánimo de Dante, que se siente anonadado. La desgracia, en el rápido correr del tiempo, se ve próxima; y sueña ya cómo se abate sobre él con ímpetu de alud. Esto motiva la canción Mujer piadosa y de temprana edad (v.) y se resuelve en una serie de visiones que cambian de color a la luz de una fe ingenua y pura; un «vano imaginar» acompañado de un afectuoso y tierno dolerse de sí mismo; una invocación suplicante a la «buena muerta» que abre el camino del cielo. Vuelve a florecer el sutil psicologismo de la escuela; pero una dulzura íntima y recogida colma los esquemas y los capacita para contener la vida sentimental que teme y llora.
En las rimas posteriores a la muerte de Beatriz, se perfila una nueva orientación del arte dantesco. Así, en la canción «Los ojos dolientes por piedad del corazón» [«Li occhi dolenti per pietá del core»] y en el soneto «Color de amor y de piedad semejan» [«Color d’amore e di pietá sembianti»], que se refiere a la «gentil señora» (v. Convivio), el poeta sabe captar con simplicidad y pureza de modos, entre las gracias estilizadas de la escuela, las contradicciones íntimas de su corazón inquieto y la nota profunda de su humano dolor. Dante alcanza la frontera de aquella experiencia poética, puramente afectiva y sensible e íntimamente contradictoria que dará con Petrarca sus mejores frutos. Pero deliberadamente se retrae. Confortado por la fe y superado todo deseo, se eleva en virtud del amor hasta el cielo de Dios, «más allá de la esfera que más amplia gira», para contemplar a su bienaventurada Beatriz. El sueño que conoció en activa relación con ella persistirá siempre, como una juventud acabada, un suave recuerdo nostálgico y una secreta aspiración— del corazón. Y lo que hasta entonces había sido su primera vocación ética se manifestará susceptible de ulteriores desarrollos en el mundo de la experiencia, junto a una visión de la vida, más elevada y compleja, con sus deberes a cumplir -y sus ideales a realizar. En la canción «Vosotros que entendiendo movéis el tercer cielo» [«Voi che’ntendendo il terzo ciel movete»] no se niega el amor a Beatriz; pero es superado y vencido por otro nuevo amor que ha despertado en él la Filosofía moral, ajustándolo a sí mismo y convirtiéndolo en vida de su pensamiento y en sustancia de su alma.
En un anhelo íntimamente vivido, que Dante supera en la canción «Amor que en la mente me razona» [«Amor che nella mente mi ragiona»], celebra la belleza de la Filosofía, como sabiduría creada que se identifica con Dios y que es la primera criatura. Las dos canciones, la segunda de las cuales vuelve a plasmarse esquemáticamente sobre aquella en que alaba a Beatriz (Mujeres que de amar…), muévense dentro de la atmósfera sentimental de la Vida Nueva; mantienen el espíritu y la gracia estilística; tienen el mismo tono cálido y apasionado. Son dulces rimas de amor cuyo estilo es «dolce e soave». Pero el aliento lírico que las penetra y que domina en el amplio girar de sus períodos rítmicos y musicales aparece más sostenido y robusto, más vasto y constante. La segunda canción es la expresión elocuente de un alma, que en la alegría del trabajo intelectual cobra conciencia de sí y de la virtud que le mueve. En un momento ulterior, Dante se detiene a considerar la Filosofía moral, no en sí misma, sino en el sujeto humano que es su portador y que la practica en el terreno concreto (v. Convivio); y se ocupa de ello en composiciones cuyo carácter doctrinal exige una «rima áspera y sutil». Las canciones sobre la gentileza o nobleza de naturaleza metafísica («Las dulces rimas de amor, que solía» [«Le dolci rime d’amor ch’i’ solia»]), sobre la elegancia, como virtud de la vida cortesana («Después que Amor me abandonó del todo» [«Poseía ch’Amor del tutto m’ha lasciato»]) y sobre la liberalidad («El dolor hace a mi corazón atreverse» [«Doglia mi reca ne lo core ardire»]), son verdaderos tratados morales. Todos ellos se hallan animados por una pasión demostrativa que deja paso, a veces, con áspero vigor de acentos, a llamaradas de ira y desdén y a lacerantes gritos de sarcasmo: palabras de un moralista que escruta al hombre en el dinamismo interior que lo anima y en el uso que hace del libre arbitrio, juzgándolo de acuerdo con un ideal concreto de perfección que responda a los fines’ universales inherentes a la naturaleza humana.
En la composición titulada De la vulgar elocuencia (II, 2, 9), donde se proclama el «poeta de la rectitud», Dante recuerda la última de las tres canciones, en las cuales se presentía remotamente al poeta de la Divina Comedia, que juzga y condena siguiendo los– imperativos de la propia conciencia (su Virgilio) e inspirándose en los más nobles ideales humanos del amor y el valor y la cortesía. En conexión con el desenvolvimiento de la personalidad dantesca aparece un nuevo aspecto moral de su poesía, y es la profundizaron del tema del amor en relación con aquella belleza que place a la vista (recuérdese el soneto «Dos mujeres pesan sobre mi mente» [«Due donne in cima della mente mia»]): una belleza que en la mujer elegante y gentil resplandece como un destello de la primera inteligencia creadora. De este modo, entre las canciones del «bello estilo», junto con las que se refieren a la virtud, deben enumerarse las que tienen como tema el amor: actividad que nos finaliza y perfecciona, .en la misma medida en que nos entregamos a la idea de la belleza, a la que tendemos con deseo infinito. En las rimas dedicadas a la criatura el tema del amor se aborda poéticamente en una atmósfera rarificada de «dolce stil novo», pero en la canción «Amor que animas tu virtud de cielo» [«Amor che movi tua virtü da cielo»], así como en «Yo siento tanto el gran poder del Amor» [«lo sentó si d’Amor la gran possanza»], el motivo que las determina se transforma en canto solemne, matizado y conmovido. El amor que procede de Dios y es principio universal de toda perfección, lo experimenta el poeta en sí mismo, como deseo incoercible de aquella belleza analógica y trascendental que refulge en su amada.
El contenido doctrinal, avivado por el sentimiento ético y religioso que inspira al poeta, ofrece una característica nobleza de forma que viene a explicar su bondad (o «grandeza de las sentencias») y declara su belleza. Experiencia de un alma, viva y profunda, a la que se ofrece la palabra aclaratoria por la atención estilística a través de la disciplina del arte. Entre las rimas ocasionales se nos muestra la discusión con Forese Donati, anterior a 1296. Nacida como invitación a la broma, en un momento de jocundidad espiritual, la discusión llegó a convertirse en un intercambio de injurias y acusaciones vulgares. Y no obstante, no puede considerarse más que como un puro juego literario, de tono realista, cuya vivacidad de lenguaje popular será más tarde transformada en arte, en la disputa entre Sinone y el maestro Adamo, mantenida en el círculo infernal destinado a los falsarios. Más artista que su adversario, Dante sabe dominar la violencia pasional del resentimiento y de la réplica airada, ajustando la palabra o la frase a alusiones audaces y evocadoras. La búsqueda de formas expresivas más secretas y penetrantes, basadas en la explicación metafórica y en la aportación imprevista de imágenes lejanas, se convierte en propósito deliberado y virtuosismo estilístico en un grupo de rimas denominadas «pétreas», cuya composición se supone tuvo lugar antes del destierro. Dante nos habla elogiosamente de una mujer dura como la roca — de donde el nombre simbólico de Pietra —, cuya singular belleza ha despertado y mantiene vivo en el corazón del poeta una pasión invencible, aunque sin esperanza. El motivo poético no admite sino variaciones sentimentales.
En sus términos elementales, Dante lo presenta en la hermosa canción «He llegado hasta el borde de la derrota» [«lo son venuto al punto della rota»]: la vida de su alma enamorada, que hierve en su interior sin que pueda manifestarse, semeja a la vida de la naturaleza, que se encierra en sí misma, bajo la lluvia, la nieve, el granizo y el hielo, petrificándose en paisajes desoladores y tristes. Con rasgos decididos y en sus notas esenciales, Dante presenta una serie de cuadros invernales y los proyecta en una atmósfera líricamente encendida. El motivo se repite en la sextina lírica «En la penumbra y rodeado de sombras» [«Al poco giorno e al gran cerchio d’ombra»] : la tristeza fatigada del poeta enamorado se refleja en el paisaje árido y descolorido; pero se muestra en cambio vivo y fresco el deseo de la mujer insensible, cuya belleza le persigue por doquier. Dante se inspira en el arte de Arnaut Daniel, tomando de él el esquema métrico de la sextina, en el que el pensamiento, permaneciendo inmóvil en sí mismo, cambia de forma y color dentro del círculo fijo de las seis palabras rimadas, cuya acepción se refracta y se resuelve de cuando en cuando en imágenes nuevas y diversas. Dante rivaliza así con el trovador, que fue «il miglior fabbro del parlar materno»; y procurando alcanzar algo nuevo e intencionado, forja la sextina doble: «Amor, tú viste bien que esta mujer» [«Amor tu vedi ben che questa donna»], con la alegría de poder atestiguar con ella «una novedad… que jamás fue pensada en tiempo alguno». El motivo poético inserto en una visión cósmica del amor, como vida del universo en que todo está subordinado a la belleza, reaparece en sus términos básicos, martilleado con insistencia en la rima equívoca: estatismo de una pasión incoercible y dominadora, que n© admite resistencias ni negaciones y que en su soledad se atormenta, implorando, como justicia que le corresponde, un intercambio de amor.
La situación se hace exasperante en la canción «Así, en mis palabras quiero ser áspero» [«Cosí nel mió parlar voglio esser aspro»], la más bella y artísticamente la mejor articulada de las «pétreas», en cuyas estrofas se desborda con aspereza verbal el ímpetu arrollador de una pasión turbia y procelosa. Dominado tiránicamente por la belleza particular a que tiende, el poeta siente como injustas las heridas del amor, y culpa a la mujer que le rehúye y no se rinde; con deseo atormentado y una alegría loca y cruel piensa vengarse el día en que por él sufra también esa mujer las congojas de la misma pasión. Psicológicamente, en sus determinaciones internas y en su lógica rigurosa, Dante siguió en estas rimas «petrosas» las duras exigencias del amor como pasión natural, armonizando materia y forma en indisoluble unidad, con un virtuosismo técnico y estilístico siempre extremadamente tenso, y con tal elevación de tono que marca un momento singular de su poesía y de su arte. Las rimas posteriores al destierro respiran en un ambiente de seriedad espiritual que es el del alma de Dante llevado a expresar, después de tantas experiencias de la vida y del dolor, una intuición del amor más grave y meditada, externa a su sensibilidad móvil y ondulante y en armonía con aquella ley de justicia que reside en el fondo de la persona humana. Son los años trabajosos en que madura el Convivio, y Dante se refugia en su pasado, en un retorno de vida y de pensamiento, tanto a las «dulces rimas de amor», para exaltar la Filosofía moral, como a las canciones del «bello estilo». Tiempo de sabiduría y prudencia que se conquista a través de la experiencia y que él vive, solitario entre los hombres, juzgándose a sí mismo y a los demás con tono firme y sereno. Son ejemplares los dos sonetos a Ciño da Pistoia: «Yo he estado junto con el Amor» [«lo sono stato con Amore insieme»] y «Ya me creía haber marchado totalmente» [«lo mi credea del tutto esser partito»].
También la canción «Amor, que bien merece yo me duela» [«Amor da che convien pur ch’io mi doglia»], que dedicada a Moroello Malaspina (v. Epístolas) señala un retorno a la poética y a las manifestaciones retóricas del «stil novo», el amor hacia una mujer fría y orgullosa. Expresa, con pericia estilístiqa consumada y dentro de los esquemas psicológicos de la escolástica, una angustia loca y desesperada. La conciencia moral de Dante se ha convertido en mediadora entre los impulsos apasionados del sentimiento y las leyes de la justicia que ella impone, para que la razón no sea violada ni el corazón sea engañado en sus profundas aspiraciones.
Y a esta ley de justicia que en nosotros es naturaleza, y que en las cosas es creación análoga a la razón eterna creadora, Dante consagra la más magnánima de las canciones del «bello estilo»: la famosa canción Tres damas a mi corazón llegaron (v.). En la soledad de su exilio, el poeta vio cerca de él, desconsoladas y llorando gravemente, a la Justicia natural («Derecho»), la Justicia humana que en sí la refleja y la Ley positiva, que tiene en ella su fundamento: tres divinas criaturas, desterradas como él, y como él también arrojadas de un mundo donde la vida moral y política está perturbada universalmente. Las tres mujeres lloran, pero el amor que en el corazón de Dante domina su voluntad, las conforta con la seguridad de que su vida es eterna y que es infalible su triunfo. Por su forma de visión y la pura línea de sus símbolos ideales, la canción nos recuerda las normas del «stil novo», pero con tono distinto, más solemne y austero. El amor de que aquí nos habla el corazón del poeta y que nos consuela, constituye — por obra de Aquel que libremente crea, en un acto efusivo de su bondad infinita — una ordenación pasiva de la voluntad al bien moral, como fin necesario y obligatorio de toda actividad propiamente humana. Es la misma conciencia moral de Dante, el cual, replegándose en la seguridad interior de su propia alma, «e vanagloria del destierro .en compañía de las tres mujeres divinas («el destierro que me dieron, a honor lo tengo»), mientras anhela idealmente un mundo superior de justicia en el cual se colme el vacío secreto de su corazón. La Divina Comedia se halla ya aquí, por completo, en germen, con todo su contenido de pensamiento, con su tono de profecía, con su invicta fe en el pensamiento.
El mundo de perfección espiritual que Dante ha conocido, en la mañana de su vida, en viva relación con Beatriz, se ha llenado, a través de la experiencia, de un contenido racional que lo convierte en objeto de una voluntad consciente de sí misma y de su fin. El ideal ético y político de Dante se desborda en las Rimas como expresión de su anhelo de justicia, cuyo fundamento supremo reposa en el Sumo Bien. Y es este anhelo el que con tono de fervorosa plegaria produce el soneto «Si veis a mis ojos con ansia de llorar» [«Se vedi gli occhi miei di pianger vaghi»], invocación a Dios, para que en la luz de su gloria resurja la justicia. De tal modo, a través de las Rimas, el mundo secreto de Dante, en la unidad de su inspiración y en síntesis de vida siempre nueva y más vasta y compleja, se ha manifestado progresivamente. Dante no se traicionó nunca a sí mismo. Se mantuvo fiel a aquel amor que le inspiró diversamente: su primera y espontánea vocación ética en el período de la Vida Nueva; aspiración del corazón, lograda más tarde, con su sed de belleza y de bienestar, bajo la guía de la razón como principio de vida no directa, sino deseada y refleja. Así el amor, en la lógica interna de sus determinaciones concretas, lo vivió y conoció Dante, poéticamente, como experiencia íntimamente personal y experiencia íntima de cada hombre. Universalidad de causa: «materia» que diversamente se formaba en él, exigiendo e imponiendo de vez en cuando su propia forma. Y por ello es materia a la que Dante trató siempre de conferir, estilísticamente, con palabra serena y aclaratoria, en armonía con el propio sentimiento, su luz de particular belleza y universalidad de justificación. Conciencia de artista, que en relación con sus propias exigencias expresivas, se halla siempre alerta en las Rimas, escritas en momentos diversos y lejanos, pero conexas idealmente entre sí.
Ella sugerirá a Dante las páginas teóricas relativas a la Vulgar elocuencia (v.). Sobre la base de esta experiencia, de arte y de vida, se abre camino el poeta de la Divina Comedia, con el sentimiento de la propia dignidad humana y con la certidumbre de su misión providencial en bien de los hombres y para gloria de Dios. Para gloria del Primer Amor que crea y que nos invita a salir de nosotros mismos y los llama a todos a sí, mediante la belleza bienaventurada de sus criaturas.
M. Casella
Demasiado famosa es su llamada Divina Comedia, pero a mi modo de ver no siento menor estima por sus Poesías Líricas; aquí aportó opiniones e hizo resplandecer ciertas virtudes que no aparecen con frecuencia en el mayor poema. En sus sonetos y canciones se descubre un felicísimo poeta; se descubren numerosas gemas, aunque a veces mal talladas o engarzadas. (Muratori)
El dios de este mundo es el Amor, primero con las admiraciones, tormentos y fantasías de la juventud; luego con un misticismo y un entusiasmo filosófico. (De Sanctis)
Vuelven a llevar a la poesía las composiciones que suelen mencionarse como rimas «pétreas»: a una poesía de amor coloreada bastante diversamente de la dedicada a la mujer ideal, poesía llena de ardor y furor sexual. La pasión tiranizarte está reflejada de un modo eficaz… (B. Croce)