Poema incompleto, de métrica irregular, con predominio de versos octosílabos y eneasílabos, «de muy escasa acción y fuerte coloración lírica» — como ha dicho Dámaso Alonso —, cuya fecha de redacción debe situarse a principios del siglo XIII.
Fue dado a conocer por Morel-Fatio en «Romanía» (vol. XVI, 1887), procedente de un códice de la Biblioteca Nacional de París. Al final de la obra hay un «explicit» que dice: «Lupus me fecit de Moros». La crítica está de acuerdo en que este «Lupus» es el copista del texto que ha llegado hasta nosotros, y que era natural de Moros, pueblo aragonés de la provincia de Zaragoza, lo cual se justifica por otra parte por los abundantes aragonesismos que aparecen en el texto. Este poema ha suscitado diferentes hipótesis debido a que se ha creído que se trataba de una simple yuxtaposición de dos obras, o bien que el copista había soldado, con cierta ineptitud, dos poemas de procedencia diferente.
Morel-Fatio, Carolina Michaélis de Vasconcellos, Petraglione, etc., creyeron en esta yuxtaposición o fusión de dos poemas. Menéndez Pidal («Revue Hispanique», vol. XIII, núm. 44, 1905), haciéndose eco de la opinión de Monaci, llegó a una conclusión más eficaz: defiende la unidad total del poma y cree que los Denuestos… no son más que un episodio dentro de la historia idílica de la Razón de amor. El hecho de que el poema haya llegado inconcluso hasta nosotros permite suponer al gran investigador de nuestra literatura que al final del poema se volvería a hablar de la señora del huerto — huerto que, como advierte a fin de justificar mejor su defensa de la unidad, es el mismo escenario de los Denuestos… — que aparece al principio:
«En el mes d’abril, depués yantar, / estava so un olivar. / Entre cimas d’un manganar / un vaso de plata vi estar. / Pleno era d’un claro vino / que era vermejo e fino; / cubierto era de tal mesura / no lo tocás la calentura. / Una dueña lo i eva puesto, / que era señora del uerto, / que, cuan’su amigo viniesse, / d’aquel vino a bever le diesse. / Qui de tal vino oviesse / en la mañana cuan’comiesse, / e dello oviesse cada día / mineas más enfermaría. / Arriba del manzanar / otro vaso vi estar; / pleno era d’un agua frida / que en el manganar se nacía. / Beviera d’ela de grado, / mas ovi miedo que era encantado».
Los dos temas — por otra parte dos tópicos de la literatura latina y vulgar de la Edad Media — aparecen indisolublemente fundidos, si no por lo que se refiere a la estructura material del poema, sí en cuanto a su concepción. Menéndez Pidal, en el estudio que precede a su edición, justifica una serie de distracciones del copista y niega la influencia galaicoportuguesa sostenida por doña Carolina Michaélis. Menéndez Pelayo solamente se atrevió a afirmar que había «contaminación de dos temas» y que de pronto el poeta se olvida de la Razón y «describe una ventura amorosa hasta que al fin del relato una ‘palomela’ tan blanca como la ‘neu’ penetra en el vaso y derrama el agua sobre el vino». El ilustre polígrafo no supo ver la íntima fusión y unidad de los dos temas en el poema. Sobre el autor casi nada se puede decir, excepto lo que él mismo dice de sí en el poema:
«Qui triste tenga su coragón / benga oir esta razón. / Odrá razón acabada, / feita d’amor e bien rimada. / Un escolar la rimó / que siempre dueñas amó; / mas siempre ovo crianga / en alemania y en Francia; / moró mucho en Lombardía / pora aprender cortesía». Más tarde le dice: «Porque eres escolar / quisquiere te devría más amar. / Nunqua odí de homne decir / que tanta bona manera ovo en sí. / Más amaría contigo estar / que toda España mandar».
Por tanto frente a la discusión de Elena y María (v.), — la dueña de la Razón de amor… ha elegido ya previamente decidiéndose por el «clérigo». Frente a la opinión de Menéndez Pe- layo, no parece que el carácter amoroso del poema sea fruto de la influencia de la lírica provenzal. La parte concreta de los Denuestos… entra dentro del género de los «debates» tan difundidos en la Edad Media: el agua y el vino cantan sus propias excelencias y se acusan mutuamente hasta llegar a problemas teológicos: si el vino puede transubstanciarse en la sangre de Cristo, el agua es la materia del bautismo, sacramento sin el cual nadie puede salvarse. El debate se cierra con unos versos irónicos: «Mi razón aquí la fino / e mandat-nos dar vino».
El huerto en el cual tiene lugar la Razón… y los Denuestos… es el paisaje tópico de la retórica latina medieval, como tópica es la descripción de la dueña y los dos temas centrales del poema. Pero ello no es obstáculo para que el poema tenga un aire de gozo y de artificiosidad, lleno de situaciones líricas y de aciertos literarios. De esta obra, que es uno de los primeros monumentos de nuestra literatura, ha dicho el crítico y profesor Valbuena Prat: «He aquí un delicioso cuadro de tono completamente lírico — el primero en castellano, en una época en que el género usaba sólo la lengua gallega en España —, deliciosa miniatura que se anticipa a otros frutos de la escuela provenzal: el «dolce stil nuovo» toscano en poesías maravillosamente exquisitas como la «ballata» que comienza: «In un boschetto trovai pastorella» de Guido Cavalcanti, juicio éste que, aunque no sea del todo exacto, nos ofrece una valoración de la calidad literaria del poema.
Recientemente, Leo Spitzer (en un artículo publicado en «Romanía» en 1950) nos ha dado un análisis sutilísimo del poema y parece que ha resuelto definitivamente las incongruencias que todavía persistían en él después de la defensa que de su unidad hizo don Ramón Menéndez Pidal. En la trama del poema y en sus situaciones, Leo Spitzer ve el símbolo del amor carnal que embriaga y que se junta al amor puro y etéreo. El punto culminante de la fusión de estos dos elementos es la escena del jardín, que se desarrolla entre el clérigo y la doncella. Símbolos de estos dos amores son, respectivamente, el vino y el agua, que se mezclan de pronto por obra de una paloma inocente que simboliza el ave de Venus.
A. Comas