[Les Rois]. Aparecida en 1893, esta novela rápida y desenvuelta es una obra típica dentro de la escasa producción narrativa del crítico francés Jules Lemaitre (1853-1914). Con ligera anticipación a la época, el autor quiso dar a su libro el aspecto de una crónica imaginaria del año 1900.
Escena: la corte y la capital de un pequeño reino de los Balcanes, amenazado de invasión por el Imperio austríaco y por los primeros brotes del movimiento obrero. El viejo y enfermo rey Cristian XVI delega durante un año el poder a su hijo Hermann, esperando que el joven, libre de todo prejuicio de casta, consiga resolver mejor que él la «cuestión social». Pero el príncipe, soñador carente de sentido práctico, advierte muy pronto las dificultades de su empeño. A su alrededor están su mujer Guillermina, fiel a los prejuicios más vetustos del rango; su hermano Otto, cínico y corrompido por los vicios; un primo, simpático y despreocupado, entre filósofo y artista, que muy pronto le abandona. La única persona que le comprende es una dama de honor de su mujer, la jovencita Frida, que se ha saciado de ideas revolucionarias en el extranjero, en contacto con la nihilista rusa Audotia Latanief. Frida se destierra voluntariamente.
Pero el experimento de Hermann fracasa: se ve arrastrado a su pesar a una sangrienta represión, busca consuelo a su lado y, en una cabaña secreta en los bosques, es muerto de un misterioso pistoletazo. También Frida se mata. El viejo rey, ya declinante, recobra el poder y descubre que el asesino es la misma princesa Guillermina; pero con la mística idea de su misión, encuentra fuerzas para sofocar el escándalo: su sucesor será un niño, el hijo de Hermann; y Audotia Latanief será ajusticiada, después de confesar en juicio que ha matado al príncipe. Le- maitre quiso dar a su libro un carácter casi doctrinario: la trama se inspiró en gran parte en la trágica muerte de Rodolfo de Habsburgo en Mayerling (en 1889), y hay muchas alusiones transparentes a la realidad histórica de su época. Sin embargo, el drama, más que vivido, está sencillamente ilustrado .por la pluma fácil y demasiado rápida de un crítico ingenioso y un brillante cronista parisiense; para advertir su ligereza basta compararlo con el Reyes en el destierro (v.) de Daudet, que parece haber sido su modelo literario.
M. Bonfantini