[Frau Bertha Garlan]. Novela de Arthur Schnitzler (1862-1931), publicada en 1901. Berta Garlan, viuda desde hace tres años de un buen hombre, a quien no amó pero con quien fue serenamente feliz, vive con su hijo de seis años en una pequeña ciudad danubiana donde redondea su modesto presupuesto dando lecciones de piano. Cierto día una amiga le propone hacer una escapada a Viena. Allí se entera de que Emilio Luidbach, compañero del Conservatorio, que la había amado y cortejado, convertido en célebre violinista, va a dar una serie de conciertos. Vuelta a su ciudad, Berta le escribe unas palabras de felicitación. El violinista responde expresándole el deseo de volverla a ver. Berta vuelve a Viena y lo cita en una sala del Museo de Arte.
Se ha mantenido fría y virtuosa ante los cortejadores provincianos, pero no tiene defensas ante aquel hombre seductor, que ha sido el único amor de su juventud, y la misma noche se convierte en su amante. A la mañana siguiente, para oírle tocar, se dirige a una alejada iglesia aristocrática, pero por voluntad de Luidbach no le espera y marcha sin volverlo a ver. Berta sueña en haber atado al hombre con los vínculos de la ternura y del amor. Pero las respuestas de él son inexorables: Luidbach lleva su vida de artista famoso, hace viajes al extranjero, tiene conocidos y amistades, quizás amores; todo un mundo que para ella quedará inexorablemente cerrado. Para ella reserva, a intervalos, la dulzura de algún encuentro, la satisfacción de tomar y dar algunas horas de alegría. Entretanto, un drama más doloroso que el suyo se ha producido en la ciudad provinciana: la amiga con quien se dirigió a Viena, hermosa criatura casada con un hombre culto y bueno, pero inválido, lleva también una doble vida que los habitantes de la ciudad danubiana sospechan, pero desconocen. Cierto día, de vuelta de una de sus misteriosas idas a Viena, enferma y muere rápidamente.
Un aborto le ha costado la vida. El marido, que la adoraba, está desconsolado: no hubiera dudado en aceptar aquel hijo que no era suyo ni en imponerlo al respeto de sus conciudadanos. La moribunda, a quien la pasajera alegría de las aventuras decepcionó tiempo ha, lo comprende y muere diciendo: «Sólo te he amado a ti». Ante tal tragedia, Berta comprende que la repulsa de su amigo la libró afortunadamente del camino de la culpa. Reemprenderá su vida tranquila, vivirá para sí, para su hijo y será la amiga del pobre inválido, con quien compartirá sus recuerdos.
B. Allason