[L’Amica di Nonna Speranza]. Poesía de Guido Gozzano (1883-1916) publicada por primera vez en el Camino del refugio (v.), incluida luego, con algunas variantes, en los Coloquios (v.) y, por fin, en su última redacción, inserta nuevamente en la edición definitiva del Camino del refugio. Es como un bosquejo a pluma, en la página de un álbum, y coloreado con tintas ligeras: paisaje viejo, con muebles de gusto anticuado, pasadas de moda las figuritas tratadas con estilización complacida y seductora, y una inspiración entre irónica y sentimental. La ficción no engaña, pero ese tono distraído, que debería desencantar la visión a la cual nos invitan tan cordialmente, le da todo su encanto: se siente algo realmente doloroso, disimulado bajo una sonrisa. Queda al fin la ternura que se experimenta por un juego, por un carillón mágico que en otro tiempo nos gustara.
Y sin embargo, en esta poesía que reanima con mano diestra y acariciadora la vieja vida de un saloncito lleno de fruslerías trasnochadas («renazco, renazco en mil ochocientos cincuenta»), de personas con los ademanes amanerados de otros tiempos, de vagos sueños femeninos («á quoi révent les jeunes filies?»), de juventud, fantasías, destinos imbuidos de romanticismo; todo eco graciosamente vivo, deliciosamente falso, en esta poesía, decimos, hay tantos hallazgos sonrientes — «le buone cose di pessimo gusto», el Tío, jesuítico y lento, / las entonaciones felices / «Carlotta canta, Speranza suona…» [«Carlota canta, Esperanza toca…»] (las dos amigas de colegio que se encuentran reunidas en las vacaciones), o bien «Carlotta! nome non fine, / ma dolce, che come l’essenze / ressusciti le diligenze, lo scialle, le crioline…» [«¡Carlota! nombre poco fino, / pero suave, que como los perfumes / resucitas las diligencias, los chales, las crinolinas…»] —, que no se pueden olvidar. Aquí está todo Gozzano, el Gozzano elegiaco que existe y resiste, con su personalidad inconfundible.
F. Pastonchi