[Biedermeiers Liederlust]. Colección de poesías caricaturescas de Ludwig Eichrodt (1827-1892), reunidas por vez primera bajo este título en 1870, aunque ya eran célebres desde que fueron publicadas aisladamente entre 1850 y 1857 en las páginas de los «Fliegende Blátter» (v.). Objeto innominado de la caricatura es un anciano maestro de escuela, Samuel Friedrich Sauter (1766-1846) que, durante su humilde vida en Fleihingen y más tarde en Zaisenhausen en Badén, había compuesto poesías ingenuas y sencillas en tono popular, una de las cuales, «El grito de la codorniz» [«Wachtelschlag»], fue musicada por Beethoven y por Schubert. En 1845, un año antes de su muerte, las poesías fueron reimpresas en un volumen. Sin embargo, los tiempos habían cambiado; y a Eichrodt, antaño compañero de colegio de Scheffel, autor él mismo de cantos estudiantiles y destacado miembro de las «Burschenschaften», los versos del buen Sauter le parecieron la expresión perfecta del «burgués filisteo», bonachón, honrado, amante del orden y obediente a las autoridades, «ciudadano ideal en los suaves reinos de la Santa Alianza». Junto con un amigo médico y poeta, Adolf Kussmaul (1822-1902) se divirtió refundiendo esas poesías —suprimiendo, o añadiendo, o corrigiendo,, o inventando completamente — para lograr con ellas efectos humorísticos; y a veces el efecto humorístico fue alcanzado con sólo reimprimir una poesía de Sauter, sin modificarla. Surgió así de las poesías espontáneamente — como imagen de su supuesto autor— una figura cómicamente cándida y mansa, que los dos amigos —asociando el adjetivo «bieder» (bueno, demasiado bueno) con uno de los más comunes apellidos alemanes, «maier» — bautizaron Biedermaier.
Esta figura no solamente entraba en el estilo sonriente «satírico-poético» de los «Fliegende Blátter», sino que correspondía realmente al íntimo carácter de amplias multitudes de la pequeña burguesía; y pronto Gottlieb Biedermaier (v.), «maestro de escuela en Suebia», y su amigo Horatius Treuherz (Corazón fiel), «encuadernador de libros en Stuttgart», llegaron a ser muy populares en toda alemania, tanto, que la palabra «Biedermeier» — en la grafía con la «e», más usual— acabó siendo asumida para designar, por lo menos desde el punto de vista de la cultura, toda la época histórica que va del Congreso de Viena a la revolución de 1848. Bajo el peso de la opresión política y de la depresión económica se determinó entonces en la burguesía un estado de ánimo pasivo y resignado, encogido y satisfecho con poca cosa, ajeno a todo lo que es esfuerzo o puede ser riesgo, deseoso especialmente de no ver quebrantada su paz, y turbada su armonía interior. Y nació de ello, efectivamente, — en ciertas formas de arte aplicado, como la decoración de la casa, la moda, el producto artesano — un estilo particular, cuyo gusto de las proporciones modestas, las formas sencillas, las líneas sobrias, los colores blandos y frescos, los espacios claros — con su conciliación de belleza y pragmatismo, belleza y economía — corresponde al alma del «Biedermeier». Y también en las artes mayores —en la poesía, en la música, en las artes figurativas — se puede encontrar por doquier una vena de análogo sentimiento de la vida y de semejantes tendencias estilísticas. Ahora que no hay que exagerar y pretender explicar toda la cultura de la época por este único origen, como se ha intentado más de una vez. El señor Gottlieb Biedermeier puede dar a la época su nombre, pero a condición de que no se le confíen tareas superiores a sus fuerzas, dejándole en su lugar, en su escuela de pueblo, con su cómica ingenuidad y sus briznas de poesía.
G. Gabetti